Croquetas rascacielos (Amor con dos) – Parte 1

Picture 050(Inspirado en la historia real de un cubano enamorado de una bella jinetera en La Habana Vieja)

Croquetas rascacielos

Como hacían desde pequeños, Jiro y Mayito conversaban en el “Paraíso de la Habana”. Así le decía Jiro al techo del solar donde vivía Mayito pues según él, la inmensa vista al Malecón quitaba todas las angustias y la cálida brisa del mar refrescaba el sudor que el sol dejaba en sus descamisados pechos.

Justo bajo ese “Paraíso”, la vida era un infierno. De 80 a 100 gentes vivían en los 50 cuartos de aquel viejo casón de 4 pisos, donde el sol encendía el cemento y las paredes hervían la sangre de los que vivían adentro. Mayito y su hermana compartían uno de los cuartos del tercer piso, sin baño, pero con espacio para dos camas y una esquina, en la que instalaron una cocina bajo una pequeñisima ventana. Si llovía allí era donde casi siempre Jiro se guarecía, pues aunque su abuelo, que era Chino, le había dejado una casita en la Habana Vieja, la magia del tiempo atiborró la casa de gente de tal forma, que ni Jiro, ni sus padres, ya tenían un cuarto en la casa del abuelo.

Era domingo y el solar de Mayito ardía más intenso que nunca – música quebraba las bocinas de los muchos radios rusos del solar, vendedores voceaban vehementes sus anuncios, madres se desgañitaban llamando a hijos para que pararan de jugar y vinieran a combate de gritos a la casa.

Y aquellos que tenían cocina con fogón –y que además tenían comida-, preparaban la cena del domingo. Ese no era el caso en el cuarto de Mayito, pues a pesar de tener cocina con fogón, él le había hecho pan con huevo para él y su hermana en el almuerzo, pero para la tarde no había de comer.

Como hacían cada domingo, Jiro y Mayito esperaban a Sarita sentados en el alero del techo, pies colgando al vacío, ojos flotando a lo lejos, como si en el “Paraíso de la Habana” la gravedad no impusiera ningún riesgo.

    –Se le ha hecho tarde a Sarita. – Comentó Mayito.
    –Esa ya viene en camino, sacudiendo la Habana Vieja como si fuera nueva. – Respondió Jiro.
    –No me gusta cuando llega tarde.
    –¡Tranquilo! Esa mulatica es una pequeña embarcación en temporada de ciclón, el primer viento se la lleva.
    –Más le vale que no se la lleve ningún viento.
    –No te preocupes, ella viene a como ella dice, “al gustazo con sus cubanazos”.
    –Me enciende cada vez que dice eso. – Protestó Mayito.

A eso mismo venía Sarita. Ella había sido novia de ambos durante años de escuela, pero como nunca pudo decidir cuál de los dos le gustaba más, cuando terminaron el preuniversitario acordó quedarse con ambos. Decía que le encantaba la frescura de Jiro y la hombría de Mayito. Y bromeaba con picarlos en pedazos para volverlos a armar a su gusto, y hacer lo que para ella fuera, el hombre perfecto.

Como Jiro y Mayito, antes de perderla del todo preferían compartir a Sarita, aceptaron una peculiar relación entre tres con ella. Y la relación se tornó aún más peculiar cuando la Tormenta del Siglo derrumbó el solar donde vivía Sarita y su papá se la llevó a Alamar para construir otra casa. Allá Sarita ayudaba a financiar el proyecto con lo que los extranjeros pagaban por los deliciosos frutos de su bello cuerpo.viento_solar_by_shakilovneel-d6c1sk4

El domingo era el único día que tenía para sus “cubanazos”, así que tal como lo predecía Jiro, ya Sarita venía en camino sacudiendo la Habana Vieja como si fuera nueva. Traía un meneo que hacía salirse a los hombres de los carros que transitaban la avenida para, a través de las ventanillas, aclamarla a base de chiflidos y besos. Ella, que había nacido para sonsacar al mundo, los encañonaba través de su frondoso pelo con sus ojazos color miel y una coqueta sonrisa.

Al verla, un grupo de turistas españoles atiborrados en untour1 blanco aminoraron la marcha hasta lograr igualar el paso de ella. Desde la ventanilla los españoles disfrutaban ver andar a aquella delicada muñequita con aura de negra silvestre. Al presentirlos desmoronados, ella les envió el flechazo de su mirada ardiente, y devorante sonrisa. Lo cual desencadeno una abalanza de piropos repletos de Zsy muchísima baba por parte de los españoles.

    –Ole, ole. Hombre, que tanta belleza debería ser ilegal! – Vociferó el de la ventanilla delantera.
    –¡Cuánta delicia en tan poca piel! – Dijo uno de los de adentro del tour.
    –Hasta el lente de la cámara me lo haz derretido mujer! – Dijo otro.
    –Vámonos a la Marina Heminguey! – Añadió el de la ventanilla delantera.

–Venga, monta! – Le gritó el del la ventanilla trasera extendiéndole la mano.
Y mientras más la aporreaban ellos, más coqueta se meneaba ella. Y mientras más coqueta se meneaba, mejores ofertas le hacían ellos.

Tal energía causó la erección de una inmensa ola en el mar, la cual de pronto cruzó el muro del Malecón y encharcó a Sarita de pies a cabeza. A pesar de agacharse para tratar de esquivarla, su pelo de frondoso quedó totalmente chorreado y su ceñida blusa amarilla se tornó transparente. Su mojada piel canela resplandecía aún más efervescente bajo el sol, incitando aún más a los españoles a seguir rogándole a Sarita a que se fuera con ellos.

Muerta de la risa por el fiasco Sarita trataba de sacudirse el pelo y escurrirse el cuerpo. En eso ganaba tiempo para decidir si seguía su camino a donde Jiro y Mayito, o sucumbía a las tentadoras ofertas de los españoles. En una matemática rápida, calculaba que de irse con los españoles ganaría, en unos dos o tres días, el salario mensual de su madre que era enfermera, pero que el dinero que acababa de dejarle a su padre mantendría la construcción de la casa por una o dos semanas. Sumaba a eso que las tripas le sonaban, pero metió su mano en un bolsillo de su apretadísimo short mezclilla y comprobó que traía 5 dólares con los que podría comprar de comer y tomar esa noche.

Resultado, recordó que iba a su misión favorita, al “gustazo con sus cubanazos” y que todo el dinero de los4 españoles juntos no alcanzaban a pagar por lo tanto que ella disfrutaba con ellos. Una vez convencida, y con la misma devorante sonrisa con que los había flechado, hizo un gesto con la mano como espantando las moscas, y les dijo: “¡Váyanse, váyanse, que ahí viene la policía!”.

Justo después del aviso, se oyó al tour blanco chirriar gomas hasta que finalmente el humo negro del tráfico lo se lo tragó a lo lejos. Al despegarle la vista al Tour, Sarita se dio cuenta que no estaba lejos de su destino. La alegría de ya casi verla fachada de lo que antes era su barrio le apresuró el paso. El corazón le dio un salto pues ya casi vería a Jiro y Mayito.

En tanto Mayito, ya había bajado del Paraíso dos 2 veces a ver si por casualidad Sarita ya había llegado y se había quedado enganchada en alguna conversación en los bajos del solar. La segunda vez que bajo, en vez de a Sarita vio que venía Eldi, con un saco al hombre, por lo cual voló escaleras arribas a donde aún estaba Jiro disfrutando del caliente sol, de la vista al mar, y del fresco.

    –Jiro, por ahí venía Eldi, ojala que no suba. – Dijo Mayito casi sin aire.
    –Déjalo que venga. ¿A qué se debe el misterio?
    –Es que me dan ganas de estrangular a ese tipo, desde que empezó a trabajar en la morgue anda vendiendo carne. Y dice que es de carnero.
    –A lo mejor es de carnero.
    –No acere, que carnero ni carnero. Aquí la gente roba de su trabajo, y él no trabaja en un potrero.
    –Tú te vuelas como una cafetera y el café todavía no está colando.
    –Claro que me vuelo, porque a quien se le ocurre permitir a la gente que abran puestos de comida en su casa. De donde van a sacar la comida para vender, si no hay comida en ningún lado?
    –Tendrán conexiones en el campo para conseguir comida y revenderla acere que se yo.
    –No Jiro, se las compran a gente como Eldi. Mira Eldi me dijo que Pipa, El Nene y pila de gente que han abierto puestos de comida en el barrio le compran. El otro día pasó y le ofreció carnero a mi hermana y por poco lo reviento.
    –¡Ya viejo relájate y deja al tipo que venda su carnero!
    –¡Que te estoy diciendo que no es carnero!

La casa de Pipa

En tanto Sarita cruzaba las 4 sendas de avenida que separa al Malecón del pedazo de la Habana donde ella nació y creció. Y como ese pedazo horrible y precioso de Habana es un pedazo de ella, cruzar esa calle fue como entrarle de frente a los recuerdos más lindos y más tristes de su vida. Y al llegar al otro lado de la calle sintió que le regresaban a sus cuerpo todos los signos vitales, por lo que sus tripas empezaron a crujir.

Un tenue olor a carne frita la hizo percatarse que en el portal de casa de Pipa había un puesto de comida. Al acercarse, una tablita que colgaba de los herrumbrosos barrotes de la apuntalada ventana, decía que se vendía hamburguesas y pan con croquetas a muy buen precio.

    –¿Pero cómo?¿De zapatero pasamos a Chef de alta cocina? – Saludó Sarita cuando vio a Pipa salir con una bandeja llenas de panes al portal.
    –Aquí mami en la luchita, que ya nadie compra zapatos pero a todo el mundo le suenan las tripas. – Respondió Pipa tomando un par de segundos para vacilar de arriba abajo a Sarita.
    –Si dímelo a mí, que vengo con un huecazo en la barriga. Dame un pancito con croqueta ahí. ¡Mira que hace rato no como croquetas rascacielos!–
    –Mami de verte el que voy a rascar el cielo soy yo. – Le dijo Pipa mientras le marchaba el pedido.
    –Mira mejor marchame 3, que le llevo a Jiro y Mayito. – Dijo Sarita sonriendo.

–¡Ay pero que dichosos esos hombres, yo siempre lo he dicho! – Le dijo Pipa entregándole ya uno de los panes y regresándose a preparar los otros.
La primera mordida la transportó a los tiempos cuando de niña iba a la playa con sus padres y se morían de risa despegándose los pedazos de croquetas del cielo de la boca. Ya ella se metía el dedo por entre las encías para sacarse los pedazos de croqueta cuando Pipa cuando le entregó el resto del pedido.

    –El dinerito, mami.
    –Cobra de aquí. – Respondió ella dándole el húmedo billete de 5 dólares.
    –¿5 tablas? Yo no tengo cambio para eso.
    –Como que no chico.
    –Tu eres rica pero 5 tablas es lo que yo gano en todo el día en el cuchitril este mami.
    –Bueno, ¿tú vendes ron? Ando buscando dos botellitas.
    –¿Ron? ¿Esto tiene cara de ser el hotel Cohiba?
    –Si, el Cohiba después de una bomba…
    –Ah, ¡si en este país no hay ron!
    –¿Entonces cómo hacemos chico?
    –Bueno, ron como ron no tengo, pero ¿qué tal un “Bájate el blúmer”?
    –Déjate descaro Pipa que tú estás muy feo para mi.
    –Eh? Oye no te hagas ideas mamita que a este “Negrón” le gustan las nalgas de verdad, no las alitas de pollo esas que tú tienes. Ubícate, que un “Bájate el blúmer” es ron hecho en casa con tinta de café y azúcar.
    –Ah, ya, no sabía. Dame dos botellas de eso, que para encontrar ron que hay que ir al Cohiba de verdad.

–Exacto, y allí te cuestan las dos alitas de pollo tuyas por una botella. Aquí por una tablita te llevas dos “Bájate el Blúmer”! – Le dijo Pipa entregándole dos botellas de ron oscurísimas, y el vuelto de los 5 dólares.
Como no había bolsas para transportar el pedido, Sarita se adentró en las tatuadas callejuelas de la Habana sujetando las dos botellas con un brazo, y apretando los dos panes con croquetas con la mano del otro. La ansiedad de llegar al solar de Mayito, la hizo apretar el paso hasta casi correr. Al llegar obvió los llamados de todos los que siempre querían saludarlas cada vez que ella venía de visita y voló por las desteñidas escaleras a doble escalón, destino al techo. Abriendo camino por entre las mil ropas, sabanas, toallas que estaban tendidas en el techo, finalmente llegó al alero donde la esperaban Jiro y Mayito todos los domingos.

Al verla detrás de ellos, como por súbito reflejo, Jiro y Mayito le quitaron cada uno un pan de la mano y aseguraron las botellas en el piso. Mientras ella le daba un rico beso a Mayito Jiro le ofreció un “Bienvenida al Paraíso mulatica linda” a la vez que le pegó una nalgadita sobre su apretado short mezclilla. Y al abalanzarse a besar a Jiro ya el engullía su merienda y le tuvo que dar un beso de piquito pues tenia la su boca llena.

Abriendo espacio para que Sarita se sentara entre ellos Mayito protestó por lo tarde que Sarita había llegado. Y ya cuando sus pies colgaban del alero y sus dos cubanazos la flanqueaban, Sarita le explicó a Mayito que se demoró pues un camioncito la había traído desde Alamar hasta la entrada del puente de la Habana, pero que había preferido venir caminado por el Malecón, para no complicarse por el camino. También le contó que una ola la había encharcado por el camino, justo en el momento que unos turistas españoles se la comían a piropos y le pedía que se fuera con ellos.

Jiro ya había terminado de comerse su croqueta, y desencajándose algunos pedazos que quedaban pegados al cielo de su boca, interrumpió la historia de Sarita para preguntar:

    –¿De qué diablos son estas croquetas?
    –¡Saben cómo a macarela! – dijo Mayito que masticaba su último bocado.
    –A Macarela podrida, están ácidas. – Dijo Jiro.
    –Que malagradecidos son. Son croquetas rascacielos. – Respondió Sarita dándole una especie de pescozón a cada uno.
    –¿De qué son? – Insistió Mayito.
    –Ah yo no sé, las compré en el puesto de la esquina.
    –¿Cuál puesto? – Preguntó medio paralizado Mayito.
    –Un puesto nuevo que abrieron en casa de Pipa.

–¿En casa de Pipa? – Preguntaron Jiro y Mayito a la vez.
Al escuchar eso, con gestos de grima y emitiendo sonidos de asco, los muchachos escupieron una y otra vez, tratando de sacar lo que les podría quedar de croqueta en la boca. Mayito eructó de tal forma que casi se vomita. Jiro se empinó a una de las botellas de alcohol que había traído Sarita. Mayito se empinó a la otra.

— ¿Oye pero qué les pasa a ustedes chico? -preguntó azorada Sarita.

— ¡Acere, de pinga esto! – se lamentó Mayito sacudiendo la cabeza, y prosiguió a seguirse enjuagando la boca con el ron que trajo Sarita.

— Pero, ¿qué les pasa a ustedes? -preguntó aún más azorada Sarita.

Mayito se sentía tan revuelto que no podía explicarle. Jiro, con cara de disgusto, le contó a Sarita lo que Mayito sabía del nuevo trabajo de Eldi, de lo que se sabe de la carne que vende, agregando que entre los grandes compradores de la mercancía de Eldi, estaba Pipa.

— Entonces si Eldi trabaja en la morgue, y Pipa le compra la carne a Eldi, las croquetas que nos comimos son de…

— ¡Ya! – respondieron los dos muchachos a la vez para que Sarita se callara.

Un silencio muy incómodo se adueñó del espacio. El azul del mar se veía más apagado que nunca. Los tres bajaron la cabeza, ella por pura culpa, Jiro por asco y Mayito por frustración.

— Yo voy a matar a ese tipo! – Dijo Mayito levantándose como un resorte del alero.

Esquivando furiosamente las ropas tendidas en el techo y Mayito corrió en dirección a las escaleras. Sarita y Jiro lo siguieron y lograron llegar agarrarlo antes que bajara el primer escalón.

— ¡Suéltenme que las próximas croquetas van a ser de la carne del maricón este! – Decía Mayito.

— Acere tranquilo que…

— Tranquilo nada, lo voy a matar. – Respondió Mayito tratando de soltarse.

— Mayi papi, el único día que tengo yo para venir a verte tú me vas a meterte en una bronca.

— Que único día ni único día. Tú puedes venir a verme todos los díasSarita, pero prefieres irte a jinetear.

— Acere tranquilo! Que fula te pones, ahora la vas a coger con Sarita también.

— Mayi papi, no es justo esto. – Respondió Sarita aun tratando de calmarlo.

— Tu sabes lo que no es justo… que yo no tenga como denunciar al desgraciado ese, que no tenga trabajo para vivir una vida normal, que tenga que vivir con mi hermana en un cuarto del solar apestoso este, y que mi mujer tenga que jinetear! Eso es lo que no es justo.

— Ya acere, vamos a tomar ron que “justo” se compró una lancha y se fue echado de este país.

Sin lograr convencerlo de mucho lograron regresar con Mayito al alero. Allá esperaban dos botellas de “Bájate el blúmer” y un sol inmenso que quería desaparecerse en el azul intenso que ya apagaba al Malecón.

— ¿A dónde vamos a llegar en este país? – Preguntó Mayito con sus dos manos en la cabeza y reprimiendo lo que parecían ser ganas de llorar.

— Las croquetas llevan más harina que carne herma. Al final de carne nos tocó como a “virutilla” por croqueta. – Trataba de alentarlo Jiro.

–Ya cambia el tema. – Sugirió Sarita, mientras le ofrecía una de las botellas a Mayito para que se empinara.

–¿Que ron es ese? – Pregunto Jiro al notar el color raro de ese ron.

— Se llama “Bájate el blúmer”

— ¿Quien lo hizo?

— ¡Ya Jiro carajo no hagas más preguntas!– Gritó Sarita.

Continua leyendo el cuento en: Parte 2.

Parte de la compilación de cuentos “Habana en Especial”

Por Jocy Medina para Un Pedacito de Cuba

Cubanismos:

Tour: Así le dicen los cubanos a los carros que rentan los extranjeros en la isla.

Pepe : Así le dicen los cubanos a los extranjeros (tomado del hecho que hay muchos Españoles en la isla y todos se llaman Pepe)

Socio: Así se refieren los cubanos a sus amigos. Socios pueden ser lo mismo buenos amigos o conocidos.

Luchar: Asi le dicen los cubanos al hecho de las jinetera salir a buscar extranjeros.

&nbsp

22 responses to “Croquetas rascacielos (Amor con dos) – Parte 1”

  1. Tu blog motiva visitar la Habana

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    1. Me encanta que lo transporte asi!!! 🙂 Jocy

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  2. […] Via: Una jinetera en La Habana: Croquetas rascacielos […]

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  3. […] Una jinetera en La Habana: “Croquetas rascacielos” […]

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  4. […] Una jinetera en La Habana: “Croquetas rascacielos” […]

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  5. […] mas información: Lea esta historia real ( “Croquetas Rascacielos” ) para que vea como se comportan los ‘pobres extranjeros’ en la […]

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  6. De lo mejor que he leído en mucho tiempo

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    1. Muchísimas gracias Rassiel, me alegro que le guste. Aquí estoy para servirle 🙂

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  7. […] el que a pesar del quinquenio gris y del hambre aun más gris por la que estaba pasando en la isla (lea aquí una historia real del peroído especial), Silvio salió por televisión cantándole consignas revolucionarias a Fidel en plena asamblea […]

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  8. […] Silvio y Pablo: La d… on Una jinetera en La Habana:… […]

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  9. […] lea historias reales del periodo especial (90’s): “Croquetas rascacielos” o “Deuda con la […]

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  10. […] “Croquetas rascacielos” : De una bella jinetera de la Habana que le gustan dos hombres en Cuba. […]

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  11. […] lea los siguiente cuentos: – “Croquetas rascacielos”: de una jinetera que le gustaba hacer el amor con dos cubanos. – “Deuda con la […]

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  12. Jocy después de leer varios post tuyos , me ha dado ese puñetazo en la barriga que te deja sin aire. Viajé hace 15 dias a la habana después de 7 años sin visitar cuba. Tu dices todas esas palabras que se me atragantan a mi en la garganta. Me ha encantado leerte. Donde se puede conseguir tus libros ?

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    1. Hola Karel, sé del puñetazo que habla pues con esa misma sensación los escribo. Me deja sin aire recordar algunas de las cosas que vivimos. A veces no se si esas cosas nos hicieron más fuerte o nos privaron el ser las personas que íbamos a ser. Aún no existen libros. Por lo pronto regalo las historias en este pedacito de Cuba que es mi blog. Un día quizás las compile y conformen libros. O quizás sea para siempre lindo seguir conectandonos en vivo a través de un blog. Un abrazo fuerte y será un honor seguirle escribiendo. Jocy

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  13. Me encanto!!! Muy real

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  14. […] Croquetas rascacielos (La historia de un cubano enamorado de una jinetera en la Habana) […]

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  15. Reblogueó esto en Un pedacito de Cubay comentado:

    Basado en una historia real, este cuento que retrata la cultura de los cubanos durante años de sobrevivencia…

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  16. Acabo de leerme la primera parte de “las croquetas rascacielos” y me ha encantado. Me has sabido transportar a mi Habana y a lugares por los que he pasado miles de veces. Yo vivía en la calle 23 y bajaba mucho al malecón, como todo el mundo. En mi época llamábamos a las croquetas “Esputniks” porque se te pegaban al cielo de la boca y al ron le llamábamos, entre otros muchas cosas, “chispa e tren”.
    Bueno, sigue escribiendo así y MUCHAS GRACIASSSSSSSS,,,
    Alfredo.

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    1. Hola Alfredo las croquetas terminan con un toque tipo Periodo especial duro. Pero se lindo que te transporte. Ay ese malecón que es la sonrisa de la Habana !!!

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      1. El Malecón tiene millones de historias que contar. Si “el tipo” hablara, Madre Míaaaaaaaa…jajaja. Mi mujer y yo tenemos un libro de fotografías muy bonito sobre nuestro Malecón que se llama: “El sofá más largo del Mundo”. Y las fotos son en blanco y negro, que ya sabes que con tantos colores se vuelven a apreciar.
        Bueno, “Keep up the good work”.
        Hasta otra,
        Alfredo.

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