Era plena mañana y todos los cubanos iban al trabajo. El autobús iba repleto de gente. Al final del autobús, dos policías con dos largos rifles trasportaban a Paco, el administrador de una bodega, esposado y con un ojo morado, a la estación de policía.
Eran tiempos de escaseces y no a muchos policías le asignaban carros de patrulla para cuidar las calles o llevar a la estación a los que hacían algo malo. Principalmente porque no había gasolina en la isla. Así todo, hacían muy bien su trabajo. Habían ido en autobús a la tienda de Paco y lo habían detenido para llevárselo. Cada vez que el autobús paraba para descargar y subir pasajeros, ellos cruzaban sus rifles firmemente delante de Paco para que no fuera a escaparse.
Los pasajeros al subirse al autobús, notaban que algo raro estaba pasando y se apretaban bien en la parte delantera del vehículo para no quedar cerca de los policías con rifles sujetando al malhechor del ojo morado. Pero entonces, cuando miraban bien, casi todos reconocían que el malhechor del ojo morado era Paco.
Todos en el pueblo creían a Paco un hombre bueno. Había sido el administrador de la única bodega del pueblo, que en los pasados 30 años, era estatal, y de ahi es que se le vendía al pueblo toda la mercancía que le daba la revolución a sus ciudadanos a forma de cuota. Como había período de hambre general era raro que entraran cosas por la cuota, y lo poco que entraba era muy preciado por todos en el pueblo. Ser administrador de la bodega del pueblo era algo igual o mejor que ser alcalde.
Paco le resolvía lo que podía todos en el pueblo usando intercambios creativos típicos de la bolsa negra cubana. Los campesinos por ejemplo que criaban pollo le cambiaban a Paco unas cuantas libras de azúcar -cuando entraba- por unas de sus gallina, o arroz por los huevos que sus gallinas producían. Todos en el pueblo siempre querían tener algo para poder hacer negocio con Paco, pues era la única manera de obtener un poco mas de los productos que le tocaban por la cuota.
No obstante, nadie se atrevía a decir nada a Paco en el autobús, ni siquiera a saludarlo. Pero todos se preguntaban, que le habría pasado?
El autobús abrió sus puertas frente al parque Central del pueblo. Por la puerta trasera, subió Virginia, una linda joven nacida y criada en el pueblo, pero que no muchos conocían. Iba vestida de estudiante de enfermería pues se dirigía a la escuela para hacer el examen final de su carrera de enfermería. En la mano traía 10 centavos para pagar el autobús. Se lo pasó a una señora que le quedaba a su izquierda, para que lo pasara a de al lado y así los unos a los otros hasta llegar al chófer, quien echaría los 10 centavos en la alcancía del autobús a forma de pago. Siguiendo con la vista sus 10 centavos, para asegurarse que llegaran al chófer, Virginia nunca se percató del ‘show’ del final del autobús .
Hasta que escucho una voz de hombre ronco que venia de allá atrás, la cual le era extrañamente conocida para ella:
— Virginia, Virginia! Le dijo Paco a Virgina, mirándola con una mirada desalumbradamente fija.
Los policías incómodos con el contacto que había establecido Paco con uno de los pasajeros lo empujaron hacia atrás con sus dos rifles y le ordenaron no volver a hacer contacto. Le recordaron que estaba bajo orden de arresto.
En tanto Virginia volvió la vista al que la llamaba por su nombre. Detrás de los grandes rifles, se percató que era Paco quien le habla. Quien, a pesar de la rudeza de los policías ofrecía una sonrisa lánguida adornada del millón de micro-granos característicos del alcohólico perenne que ella y solo ella sabía que el era.
Enseguida cambió la vista, pero en el cerebro se le quedo martillada la escena. En el estomago un tripa retorció un asco repugnante por la cara que había visto y sintió su pulso latir a paso doble. Un sudor frio corrió por su frente mientras la cara fresca y confidente con que había subido al autobús se le tapizaba de pura angustia.
Hacia ya 5 años que Virginia no veía a Paco.
Había sido el primo de Virginia quien la había llevado a Paco hace ya 5 años, justo en mismo mes que Virginia cumplía sus 15. El primo la había supuestamente para que lo acompañara a visitar a un amigo. El primo le debía muchas gallinas a Paco. La visita fue corta para el primo, quien la había dejado con Paco esperando un momento hasta que el regresara. Mientras esperaba al primo, de la nada se lanzó Paco encima de Virginia. Forcejeando casi debajo de la mesa de Paco, quedó piernas abiertas y con la cara muy adolorida de los golpes que le Paco le había para que finalmente quedara mansa a su dominio.
Virginia era de esqueleto muy pequeño producto de años de abandono por parte de su madre, quien un día se fue y la dejo a cargo de sus dos hermanos. Su padre, a veces pasaba por la casa, pero tenía una mujer en un pueblo cercano que no le dejaba tiempo para ir a ver a los hijos. La hermana de su padre vivía con sus primos en el pueblo. Pero esa tía no hacia mucho por ella y sus hermanos. A diario, Virginia se iba al monte a cazar pajaritos con sus hermanos. Comían lo que cazaban, que era muy poco. Los hermanos comían primero, por ser pequeños. A ella le tocaba muy poco. Por eso de 15 años parecía tener 10.
Justo al cumplir sus 15, en vez de recibir regalo, ella fue el regalo de Paco. Su primo la ofreció a modo de saldar su deuda. Y como quien disfruta mucho un regalo, ese día Paco penetro desaforadamente una y otra vez lo intacto de Virginia. Era como un loco acabado de salir de las cavernas encima de ella. Ella sangraba bajo la mesa. Y mientras más ella gritaba con más furia el le iba. Ella trataba de escaparse y el la golpeaba fuertemente para que se estuviera tranquila. En el forcejeo, acabaron en el fondo de la bodega, tirados entre los sacos papas aun llenos de fago que habían entrado en inventario es mismo día. Paco los tenia bien guardados para cambiarlos por carne a quien se la ofreciera. Pues Paco tenia de todo menos carne, pues eso jamas entraba a la bodega.
Ya bien saciado del cuerpo de Virginia, Paco fue al almacén a buscar una botella de ron con que celebrar la carne fresca que le había obsequiado. Antes de ir le ordenó a Virginia que de allí no se moviera. Al saberlo ya dentro del almacén Virginia saltó de entre los churriosos sacos y corrió a gritar a la puerta delantera de la bodega. Por mucho que trataba no la lograba abrir tenía un candado. Pero a gritos aclamaba ayuda y daba golpes a la puerta. Al oírla Paco que se aventó a la puerta y logró taparle la boca, pero no a tiempo para evitar que un hombre que pasaba por en frente de la bodega la escuchara.
— Abra la puerta o llamo a la policía! Enseguida gritó el hombre.
Paco abrió una hendija y de por detrás de el ella forcejeó para salirse. El hombre que pasaba la vio y le ordenó a Paco dejara salir a la muchacha. Virginia estaba totalmente desnuda y se tapaba los cenos con un brazo y el pubis con el otro. El pelo y el fango no dejaba ver los golpes en su cara. El hombre que pasaba inmediatamente se quitó su camisa que le servía de vestido a Virginia. Y tratando de buscarle la mirada le preguntaba si estaba bien.
Viginia no hablaba, solo temblaba. En tanto, Paco le explicaba al hombre muy elocuente y casi indignado que hacía mucho rato esa niña lo molestaba. Que al él decirle que no quería nada con ella se había desnudado y se había vuelto como loca alla atras donde los sacos de papas. Le había que con tal locura había destruido su despacho. Le dijo que ahora mismo le llamaría la policía a Virginia pues esa mujercita estaba loca.
El hombre aunque sabia que Paco era un hombre honesto y servicial, no quedó muy convencido de la historia de Paco. Hizo por acompañarla a casa y le ofreció a Virginia llevarla a la policía a denunciar el caso. Virginia muriéndose de susto por lo de la policía, confundida, muerta de tristeza y de vergüenza, declino la oferta. Se safó del amable cuido que ofrecía el que la había salvado y corrió envuelta de su camisa directo a su casa. Sabía que de hablar de lo que había pasado nadie creería su palabra. Sabia que un hombre del tal alturas como Paco llamar a la policía, se la llevarían presa sin excusas. Temía el escándalo del barrio y la paliza del padre si se enteraba lo que le había hecho a Paco. Además, que como nunca perdonó a su madre por irse con otro y dejarlo, siempre la acusaba de ser como ella. A menudos le decía mentirosa, sonsacadora, zorra o cualquier otro insulto que se le ocurriera.
A Virginia su cielo y su tierra se le unía. Se sentía sin aire y sin fuerzas. Por suerte su padre no estaba en casa ese día. Las recibieron sus hermanitos ansiosos para irse al monte a casar pajaritos. Virginia dio cualquier escusa y se metió a la tina, la cual enseguida enrojeció de tanto fango y tanta sangre que salían de las magulladuras. Se restregó mil veces el cuerpo con un jabón muy fuerte que había traído su padre durante su última visita. Pero sentía que la suciedad no se le iba. Esa noche no fue al monte y la comida de los pequeños hermanitos fue agua con azúcar.
Todo eso recordó Virginia en un instante al oír la voz de Paco que déspotamente la llamaba por su nombre y que aun no cambiaba su mirada fija sobre ella.
— Te olvidaste de mi? Añadió interrumpiendo la pesadilla que revivía en ese momento ella.
Otra vez fue zarandeado por los policías para que no hablara mas con los pasajeros. A pesar de saberlo detrás de rifles ella se moría de miedo. De hecho por 5 largos años había vivido escondida para jamás tener que tropezarse con él en el pueblo. No salía de su casa al no ser para ir a la escuela o al monte con los hermanos a buscar comida. No lo había visto desde aquel día.
El autobús no parecía avanzar, pero tan pronto llego a la próxima parada Virginia se salió del autobús como un relámpago y regresó corriendo a su casa.
Llegó a casa sin aire.
Al llegar, fuera de su casa, estaban reunidas unas cuantas vecinas que, aun en bata de casa, conversaban de lo que todos hablaban en el pueblo en ese momento: de la detención de Paco, el administrador de la bodega. Se detuvo a escuchar, y se dio cuenta que ya había corrido el rumor que se lo habían llevado preso esa mañana. Pero nadie sabía exactamente que es lo que Paco había hecho. Todos coincidían en que tenia algo que ver con desvíos de recursos:
— A la caja le faltaba demasiado dinero, estoy segura, nadie en el país tiene gasolina excepto Paco! – Decía una
— Seguro lo cogieron en el trance de cambian huevos por azúcar y toda esa ‘traquimaña» que hacia el a diario! – Decía la otra
— Seguro hicieron inventario y le faltaba mucho ron, mira que se dice que Paco era un borracho! – Decía la otra.
Virginia enseguida notó que todo eran conjeturas. Pero sabía que, cualquiera que hubiese sido la razón, que eso de desvíos de recursos era grave. En esos tiempos de escaseces la penalidad eran años en la cárcel. Muchos más años que los que daban por cualquier otra fechoría grave. Virginia se alegró de saber que la vida encontró la forma de hacer justicia.
Sabia que años de cárcel se llevaría a ese hombre del pueblo y el terror de tener que volverlo a ver ya acabaría. Virginia entró a su casa y corrió directamente al altar de su virgencita Ochun, y le dio mil gracias por concederle lo ella tanto había pedido desde aquel día en Paco le había destruido su vida.
Nota: Una historia real, en un pueblo de Cuba en los 90s.Es la triste historia de una amiga. Los nombres no son reales.
Del Libro
«Habana por la libre» es un compendio de cuentos (la mayoría historias reales) que narra eventos muy personales de amigas que crecieron conmigo, que sufrieron cosas a raíz de la caída del campo socialista en Europa, lo cual trajo mucha miseria y corrupción en Cuba.
Los cuentos “Hombre de otro planeta” y «Croquetas Rascacielos» en este Blog es otro de los cuentos de este libro.
Hija no puedo evitar decirte algo. Es una necesidad en mí, me gusta mucho cómo escribes y me identifico más por ser cubana y no vivir allá. Te felicito y animo a que sigas adelante, sobre todo por tu manera de hablar(escribir) me duele tanto cuando alguien dice de reconocer a un cubano por hablar vulgarmente, me duele mucho, eso no es lo que somos, no, vulgares no.
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Para nada, somos tanto pero eso no. Somos inmensos y vulgar es una palabra demasiado pequena. Gracias por leerme Sonia, me alegra mucho que te sientas cerca de nuestra tierra y nuestras raices en este pedacito virtual donde a veces nos encontramos, y que lindo siempre que comentas, me haces sentir cosas… un abrazo.
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