En el noticiero, Meteorología pronosticaba las típicas amenazas de huracanes de septiembre. Ella miraba el noticiero y su mente gravitaba a la indiferencia que sentía por tal noticia, cuando de pronto escuchó el ruido de un silbato, tras el cual escuchó su nombre. Era el cartero.
Dalia salió corriendo de su casa y para su sorpresa el cartero traía 8 cartas para ella. Todas de Joao. Su corazón palpitaba sin medida.
- –¿8 cartas? – Preguntó Dalia arrebatándoselas todas de la mano.
- –Si, 8. Es que no hay zapatos para salir a repartir cartas todos los meses.
- –¿Zapatos?
- –A partir de ahora, para ahorrar suela de zapato, hemos acordado que se repartirá correspondencia a la población cartas cada 3 o 4 meses.
- –¿3 o 4 meses? ¿A usted no le da vergüenza decir eso?
- –No, la vergüenza me da con mis zapatos, que de una vueltecita por el barrio se les caen la suela. Mire ya el hueco que se le está abriendo a estos! -Respondió el cartero señalando a la suela del zapato.
- –Bueno, y ¿yo podría ir a buscar mis cartas a la posta?
- –No se puede. Como dijo Fidel, hay que resistir, pues son tiempos de supervivencia.
- –Yo no quiero resistir. Yo quiero mis cartas todos los meses.
- –No se puede. Y tú saliste con suerte, pues yo tengo un primo en Miami que me manda “popis”, porque hay carteros que no pueden salir a repartir cartas pues no tienen zapatos que ponerse.
- –¡Ya está bien, lo que sea! ¿Cuándo usted regresa?
- –Calculando más o menos el tiempo que toma para que se rompan estos, y que les arregle la suela…
- –¡Ave María purísima, no calcule nada y dígame cuando es que usted regresa!
- –En diciembre o en enero. Como te dije, cada 3 o 4 meses.
- –¡Qué mal! – Respondió Dalia con aires de impotencia.
- –Mira, ahora en vez de leerte las 8 cartas de golpe, léete 2 por mes, y así cuando menos te lo imaginas yo regreso.
- –¡Esa es una tremenda mala idea!
- –Bueno como quieras, hasta luego. Y por si no nos vemos en diciembre ¡feliz año nuevo! – Dijo el cartero en camino a su próxima entrega.
El desaliento que causó la charla se le pasó justo al abrir la primera carta. Ver la letra de Joao la ponía tan feliz como nerviosa. Le pasaban tantos pensamientos por la cabeza que no se podía concentrar en lo que estaba leyendo. Hacía tres meses que no recibía nada de Joao. Pensaba que Joao se había olvidado de ella, como mismo se olvidaba Pedro de sus novias después de un amorreo, o que se había encontrado otra, como mismo había hecho el vecino que le compró acceso al hotel para irse con su amante y no con su mujer.
Con tanto embrollo en la cabeza no podía concentrarse en leer. Le sorprendía ver que las cartas venían escritas casi enteras en español. Pensó que esa era una señal que él estaba interesado en ella. Fue como la prueba que ella necesitaba.
Ella no le había su historia con Joao a nadie, temía embullarse mucho con algo que no fuera real. El hecho que él le había escrito 8 cartas durante esos meses y que estaba aprendiendo su idioma, lo hacía todo real. Se sintió mal por haber dudado del amor de Joao. Y cuando finalmente procesó lo que sentía fue que pudo enfocarse en leer.
Pasó horas leyendo. La carta más reciente Joao decía que estaba esperando tener en manos las llaves de un departamento que había comprado en Rio de Janeiro, y que justo luego de eso se montaría en un avión para ir a ver a su bella cubana otra vez. Decía que quisiera poder ir a verla en noviembre, para celebrar el primer aniversario de noviazgo con ella.
En todas las cartas le decía que la amaba, que la extrañaba y que por todo ese tiempo no había podido olvidar aquel dulce olor de su piel, ni aquel sexo a fuego vivo que tuvieron en el bosque de la Habana.
Las cartas hicieron su día, su mes, su año entero. Dalia saltaba de lo feliz. No creía la dicha de estar viviendo algo tan excitante con su “trigueñazo” brasileño. Ya había empezado a hacerse ideas de a que parques lo llevaría cuando viniera, para deleitarlo con sus delicias y devorárselo como hizo la vez pasada que el vino.
En tanto Joao hacia planes en Rio de Janeiro para ir a Cuba y pedirle a Dalia que fuera su esposa. Conversaba con sus padres para que lo ayudaran en los arreglos. Compraba pasaje para ir a verla. Y tal como le dijo en la carta, en cuanto tuvo en las manos las llaves del departamento en Rio, se fue a la Habana.
La visita sorpresa
No había pasado una semana de la llegada de las 8 cartas, cuando una mañana de domingo, Joao llegó a su casa. Tocó la puerta. Le abrió la abuela, a quien le dio una inmensa alegría y sorpresa ver a Joao. Dalia aun dormía. Después de un abrazo lo dejó que fuera a la cama del ella, para que el mismo la despertara.
Todavía no era noviembre y ella no tenía idea que él venía. Al entreabrir los ojos y ver a su “trigueñazo”, a Dalia le pareció que era un lindo sueño. Pero cuando la realidad de una caricia le avisó que era realmente Joao frente a ella, Dalia dio un salto hacia él y se lo comió a besos.
Conversaron un rato en la cama, se abrazaron, se besaron muchas veces. Confirmaron que ambos habían adelantado mucho aprendiendo el idioma uno del otro. Se dijeron lo tanto que se habían extrañado el uno al otro. Joao le dijo que no había dejado de pensar en ella ni un instante. Al oír eso, Dalia se sintió lo más feliz que se había sentido en su vida.
La abuela trajo café para los tres y se sentó un ratico con ellos a tomárselo. Joao sacó de su bolsillo una bolsita, y se la entregó a la abuela.
- –¡Qué bolsita tan linda! ¿Qué es?
- –Es para usted.
- –¡Para mí! ¿Un regalo?
- –Es una cadena con un ángel y una niña. Me recordó a usted y su a nieta cuando la vi en la tienda.
- –¡Qué belleza! Gracias mi hijito, no tenías que molestarte así.La abuela casi se echó a llorar por el gesto tan bello.
Y mientras Dalia ayudaba a la abuela a poner la cadena en su cuello, Joao le preguntó, por qué la casa ya no olía a guayaba. La pregunta disolvió el encanto del momento, por lo que la abuela prefirió responder
- –Es que ya no hay azúcar, mi hijito, ni guayaba.
Conociendo tan poco de Cuba, a Joao le costó inferir como es que en una isla atiborrada de caña de azúcar y de campos donde las guayabas se dan casi silvestres, que no hubieran ni azúcar ni guayaba. Pero no hizo más preguntas. Simplemente le preguntó a la abuela si podría salir un rato a pasear con Dalia.
El se moría por contarle a Dalia de sus planes. La quería llevar a comer. Ella se moría por devorarlo, y quería llevarlo al bosque del Parque Lenin, a pasar un rato como el que habían pasado en el Bosque de la Habana. Acordaron ir a comer, y de ahí, ir al Parque Lenin.
La propuesta
Ella no conocía muchos lugares turísticos así que fueron a la mesa bufet del Hotel Tritón que, producto de la cercanía a casa de Dalia, era el hotel donde él se había hospedado. En la puerta del hotel pararon a Joao y los cubanos no estaban permitidos en los hoteles.
Ella se moría de vergüenza pues, aunque había oído de casos como ese, nunca había sufrido tal humillación en su propio pellejo.
Joao le aseguró al portero que solo quería ir a comer con ella al restaurante. Finalmente el portero aceptó. Ella ya no quería entrar. Joao no entendía que pasaba, así que le pidió a Dalia que por favor comiera con él, pues él tenía mucha hambre.
Ya en el restaurante, todos los meseros la miraban con ojos que ella sabía que decían. Joao no se daba cuenta de lo que pasaba. En su país no miraban raro a nadie que vaya a comer con nadie a un restaurante. Era difícil imaginarse lo que estaba sintiendo ella. Sobre todo por a él lo trataban de “usted”, de “señor” y nadie lo miraba raro en el restaurante.
- –Mañana es un día especial – Dijo Joao, interrumpiendo los pensamientos tensos que estaba teniendo Dalia.
- –¿Mañana? ¿Qué tiene de especial mañana?
- –Mañana quiero ir a tu casa y conversar con tu abuela. Llevo hace un mes practicando en español lo que quiero decirle.
- –¿Qué quieres decirle?
- –Quiero decirle: “Señora, vengo a pedirle la mano a su nieta”
- –¿La mano?
- –Quiero que seas mi esposa Dalia. Quiero que vengas a Rio conmigo.
- –¿A Rio? – Pregunto Dalia perpleja.
- –Compré un departamento bello para nosotros. Sé que te gustan los bosques. Tiene uno bello inmenso, justo en frente, que recuerda a aquel bosque donde hicimos el amor por primera vez. ¿Qué me dices Dalia?
- –Me encanta la idea Joao, ¡me encanta! – Respondió Dalia sorprendida y muy emocionada.
- –Nos podemos casar aquí en Cuba para poder llevarte a mi país. Pero allá en Rio nos debemos casar por la iglesia hacer una linda ceremonia donde vendrían mis padres, mi familia, mis amigos, e incluso podemos traer a tu abuela. Ya yo hablé con mis padres. Ellos querían venir a conocerte, pero los convencí a que tuvieran paciencia, que eres una mujer caída del cielo, como una estrella.
- –Yo…
- –Quiero que nos casemos muy pronto. Interrumpió Joao apretando fuertemente las manos de Dalia.
- –¿Cuán pronto? – Preguntó ella, cayendo en cuenta que técnicamente, ella estaba casada con Pedro.
- –Esta misma semana.
- –¿Tan pronto?
- –¿Es que no sientes lo mismo que yo? – Preguntó él aterrado.
- –Si lo siento. Yo te amo Joao.
- –Pero entonces, ¿qué pasa? ¿Por qué es muy pronto?
- –Déjame pensarlo Joao. Dame tiempo. Dame hasta mañana.
- –Por su puesto Dalia.
En vez de irse al Parque Lenin. Dalia pidió que la regresara a su casa y quedaron con verse al otro día en la mañana. Ella quería decirle que si a Joao. Pero debía encontrar a Pedro. Lo llamó al hotel en el que trabajaba pero allí le informaron que a Pedro lo habían trasferido a un hotel en Guardalavaca.
Eso estaba lejos, muy lejos de la Habana. Ella pasó el resto de la tarde y casi toda la noche en casa de la vecina tratando de contactar a Pedro para lo del divorcio. Las líneas de teléfono a Guardalavaca o estaban caídas o la recepción del hotel no respondía la llamada.
Desnudos en el Parque Lenin
Ella casi no durmió y Joao vino temprano al otro día a verla. Ella no sabía que le iba, decir pero sugirió, antes que tuviera chance de hablar con la abuela, irse a pasear. Lo llevó al parque Lenin, un antiguo parque de diversiones, donde ya los aparatos, que todos eran rusos, ya no funcionaban.
Detrás del parque, había un riachuelo escondido y un bosque bello donde sentarse y pasar un día de campo intenso como lo habían pasado en el bosque de la Habana.
Allí, Dalia extendió su única toalla justo al lado de la gruesa raíz de un árbol muy viejo.
Se quitó los zapatos. Y mirando fijo con sus inmensos ojos negros a los inmensos ojos de Joao, muy lentamente, se quitó prenda por prenda y quedó completamente desnuda frente a Joao. El disfrutaba cada prenda que caía al suelo y la belleza de su dama desnuda frente a él, en un lugar tan bello, lo mesmerizaba.
Dalia invitó a Joao a la toalla. Y cuando lo tuvo de cerca le pidió que besara cada parte de su cuerpo, desde sus labios hasta sus pies. Las palabras estremecieron intensamente a Joao.
Comenzó por los labios. Le besó el cuello, el pecho, cada uno de los senos, el vientre. Y justo ya de rodillas, antes de besar el pubis, Joao no pudo más, y invitó a Dalia a acostarse en la toalla. A sabiendas que la haría su esposa, se dispuso a hacerle el amor, apasionada y lentamente a su doncella. Llevó a la muchacha al éxtasis y él terminó junto a ella en el cielo.
Se besaron. Se vistieron, y se sentaron abrazados en la toalla. Así estuvieron un rato. El pensaba en como preguntarle si lo había pensado. Y ella pensaba en que le diría si el preguntaba.
Valor para la propuesta
Joao, lo espectacular del momento ayudó a Joao recuperar su valentía, y sacó de unos de sus bolsillos un anillo precioso que le había traído a Dalia. Como si la vida le quisiera confirmar que esa era su cenicienta, el anillo quedó perfecto en el dedo de ella.
- –¿Qué me dices entonces Dalia? – le preguntó Joao.
- –La respuesta es sí, pero no puede ser pronto.
- –¿Pero por qué no puede ser pronto?
Dalia no pensó la respuesta.
Quiso ser valiente y honesta y decirle a Joao lo que había ocurrido en su vida los pasados 3 meses. Lo que había tenido que hacer en un momento de desesperación. Y resumió todo eso diciendo:
- –Para que existan mentiras ha de existir una verdad. Y de todas las mentiras que podría decirte Joao la verdad es, que en estos momentos, yo estoy casada.
Se escucharon preguntas de desesperadas verificaciones como:
- –¿Qué? ¿Casada con quien? ¿Tú estás casada Dalia? – Preguntaba Joao quizás queriendo una mentira.
Dalia se sentía que en medio de tales aturdidas confusiones era imposible explicarle nada a Joao. El parecía un león furioso y cada pregunta que hacía era una insinuación de traición. En el proceso, él se auto-convencía de idiota. Pensaba que durante este tiempo en que el ilusionadamente preparaba todo para hacerla su esposa, ella se había casado con otro hombre. Y mientras más lo pensaba, mas se sentía como el imbécil más imbécil de esta tierra.
El mismo le quitó el anillo que le acababa de regalar a Dalia. Ella le rogó, una vez más, que la dejara explicarle. A lo cual él respondió que el hecho de entender o no entender, no cambiaba nada.
- –¡Claro que cambia todo! Yo me casé por cervezas.
Al oírse a sí misma, ella escuchó lo raro que había sonado eso. La cara de Joao, delataba que no entendía, y sus ojos, que estaba destrozado.
- –Fue un negocio para vender las cervezas. – Trató de aclarar ella.
- –¿De qué tú hablas Dalia? – Preguntó Joao.
- –Fue solo un negocio. No un casamiento real. Para vender las cervezas. ¿Entiendes?
- –No. Yo no entiendo.
- –Pero no es mi esposo. Es mi amigo. Yo te fui fiel, te lo juro.
- –¿Estás casada o no estás casada Dalia?
- –En papeles. Yo estaba desesperada. No teníamos que comer Joao. Fue solo un negocio.
- –Jamás en mi vida he oído rareza como esa Dalia.
- –No tienes que entender. Solo créeme por favor.
- –Pues claro que tengo que entender Dalia. Y no entiendo nada.
- –Podemos ir juntos allá, llevar a Pedro a un bufete y nos divorciamos.
- –Te casaste con otro cuando yo hacía planes para hacerte mi esposa Dalia.
- –Pero te fui fiel Joao.
- –Eso es una traición en cualquier situación. ¡Ya me habían advertido de las cubanas! – Dijo herido Joao.
Dalia lloraba. El miraba hacia el agua queriendo que en ese momento ella no existiera. El torbellino en su cabeza apuntaba a que ya no podría casarse con Dalia, pues su iglesia no aceptaría el casamiento con una mujer que estuvo casada. Sabía que sus padres no la aceptarían. Ni su familia, ni sus amigos. Y recordaba cuanta gente en Rio le había advertido que tuviera cuidado con las cubanas.
- –En Brasil – Dijo Joao a Dalia- hay tres cosas sagradas: el nacimiento, el casamiento y la muerte.
- –En Brasil no habrá el hambre que hay en Cuba Joao pues se dar el lujo de tener tantas cosas sagradas.
- –Si lo hay. Pero no se viola la santidad del casamiento para convertirlo en un negocio de ventas de cervezas.
- –Y de sabanas, y de toallas. Y cedi el hotel que me dieron a un vecino, y con ello comeremos unos cuantos meses.
- –De cualquier manera, ante los ojos de Dios, de mi madre, mi familia y mis amigos, eso es un pecado.
- –Quizás ante los ojos de tu iglesia, pero dudo que Dios este de acuerdo con lo que dices.
- –Que tu sabes de Dios nada.
- –La misma cantidad que sabes tú de las necesidades.
- –Te creí diferente Dalia.
- –Yo soy diferente Joao, y ese exactamente es el problema.
Joao no respondió. Ella no dijo más. Ambos cabizbajos pensaban como terminar el desacuerdo.
–Perdóname Joao. – Dijo ella tratando de llegar a un acuerdo.
–Estas perdonada. – Respondió él como el que sabe que no lo perdona.
Joao acompañó a Dalia a casa. De regreso ella trató de hablarle, pero él no dijo palabra. A los dos días, convencida de que, después de pensarlo mejor él tendría en su corazón un espacio para entenderla, fue a buscarlo al hotel. El portero no la dejó pasar a la recepción a preguntar si el aun estaba hospedado. El se había regresado a Brasil en el primer vuelo que pudo sin despedirse de ella.
Fin de la parte 2.
Lee Parte 1 de este cuento: Aquí
Continúe leyendo el cuento en: Boda por Cerveza (Parte 3): Aquí – se publicará el 22 Junio 2015
Parte de la compilación de cuentos “Habana en Especial”
Por Jocy Medina
Ya quiero seguir leyendo!!! aún desde Cuba casi parece una novela de ficción y realmente las cosas pasaron así. Es muy fuerte y triste, pero aún hay personas que se siguen casando como parte de un negocio para alcanzar un objetivo.
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Hola amiga Nely, mis dedos te prometen no parar hasta tener el final listo, en eso estoy hoy domingo, pues quiero publicarlo mañana en la mañana. Un abrazo, y si, las cosas que pasan en Cuba son exactamente asi como lo cuentas, aunque lo del matrimonio por un objetivo pasa donde quiera.
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Me quede leyendo los dos primeas partes y m cuenta que falta el final, podrías subirlo por favor estoy con ganas de saber que pasa a continuación
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Ya estoy impaciente. Cuida mijita tus dedos.
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hola jocy
mil gracias por tus escritos me gustan mucho y me ayudan a motivarme
de vera parece una historia de ficcion pero hay mucha realidad en ella
ademas estas muy bien contada
gracias de nuevo y cuida esos dedos
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Un abrazo Silfredo. Me alegra que mis cuentos te regresen un poco a Cuba y te ayuden a motivarte. Aquí estamos, un abrazo! Jocy
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