María radiaba armonía en su primera mañana de “ser mujer”.

  • Arriba dormilona vístete. – Le dijo Camilo que ya hace rato ya estaba en pie.
  • ¿Pero qué tú haces ya vestido? – Preguntó ella estirándose.
  • Para irnos a las Cuevas. Ya limpié y organicé todo para irnos. Pero tú sin ropas remoloneándote en esa cama me desordenas todo otra vez.
  • Ay no, quítate todo eso Cosmonauta, ven a darme un buen desayuno.

Camilo se sentía como si María hubiese despojado el zombi sexual de ganas carcomidas que vivía dentro de él y le hubiese regalado un hombre satisfecho para remplazarlo. Manejó orondo a donde Fito para regresar las llaves del cuartico. El pueblo de Santa Marta le parecía más limpio, las palmas más altas, los huecos menos profundos, la hierba más verde, el aire más limpio y pensaba “los hombres satisfechos ven mucho mejor”.010

Al parquear frente al restaurante, hasta el parqueador percibió la alegría que destellaba Camilo. Y como es imposible decirle que no a las auras felices, hasta lo dejó que parqueara en la zona que decía “no parqueo”.

Fito, que picaba aji con un cuchillo inmenso, no se percató que Camilo estaba ahí hasta que su abrazo lo sorprendió.

  • Gracias hermano, de veras fui al cielo con ese jamoncito. – Le dijo Camilo.
  • Pues mejor quédate en el cielo porque en Cárdenas te están buscando para mandarte al infierno. – Respondió Fito.
  • ¡No! ¿Qué dijo Berta?
  • ¿Qué dijo? Mira a ver si aquí en la espalda todavía me queda algún cuchillo encajado de los que me tiró cuando le di la noticia.
  • No, en serio Fito ¿qué te dijo?
  • ¡Que ese cuento ya se lo habías hecho mil veces!
  • ¿Qué cuento?
  • Que se te rompió una llantica saliendo de la base y te habías quedado a dormir por el camino.
  • Si. Ese ya lo ha oído. Pero la primera vez si fue verdad.
  • ¡Ah pero tú eres imbécil viejo, porque no me dijiste que ya ese estaba usado!
  • Da igual. Ya, yo me las arreglo. Gracias por las llaves, me voy.De la novela_ María mariposaPor_ Jocy Medina (1)
  • Mira corre a Cárdenas a ver a Berta antes que te corten la cabeza. Llévale esta bolsa con sándwich que en cuanto se quita el hambre, se quita la locura también.
  • Gracias herma, ahora te debo 2 millones, adiós. – Dijo Camilo abrazando al amigo.Al Camilo salir corriendo un rico olor a jazmín inundó los orificios nasales de Fito.
  • ¡Cami! pero con el olor a puta fina ese no vayas a llegar a donde Berta que te van a prender candela! – Gritó Fito restregándose la nariz.
  • ¡Ya adiós hermano, yo resuelvo eso! – Respondió Camilo casi al salir.
  • No, oye, restriégate un sándwich con jamón por el cuello o báñate en gasolina antes de llegar allá. ¡Te van a matar!

El hecho que Camilo no escuchara su último consejo, dejó a Fito refunfuñando solo en la cocina – “¡Ahora hasta el ají este me huele a puta! Yo te digo a ti que ese perfume tiene goma loca. ¡No se me va de la nariz! ”

  • ¿Listo Cosmonauta? – Le dijo María a Camilo al tenerlo de regreso al Jipi.
  • Si vamos. Mejor a las Cuevas que al infierno, ¿tú no crees?
  • ¿Por qué dices eso?

En vez de contarle, Camilo abrió la jaba de sándwiches que Fito le había dado, y le ofreció uno a María para desayunar rumbo a las Cuevas.Entrar a las Cuevas, más que una excursión, fue un logro para María: el poder de su seducción hecho realidad ante sus ojos. Detrás de la taquilla unas largas escaleras al centro de la tierra, los llevaron a donde joyas cavernarias de eternos túneles subterráneos y pozos marinos se escondían hace millones de años.

  • Tienes razón, Cosmonauta, cando dices que “Cuba es un joyero”.
  • Me alegro que te guste. – Comentó Camilo. – Aunque te confieso, de todas las veces que he venido aquí, no fue hasta hoy que vi realmente cuan bellas eran.
  • Porque lo bello no es bello hasta que se mira con pupilas felices. – Respondió ella salamera, sellando el final de la visita con un beso.

Entre el gentío que había para salir de allí, resaltaba una viejita vendiendo cucuruchos de maní. Tenía solo dos dientes pero sonreía como si los tuviera todos. Hechizada por la sonrisa, María se sacó el interior de ambos bolsillos del short para que ella viera que no le compraba maní porque no tenía dinero. “¿Tú huiste de Holguín a la Habana, sin gota de dinero en el bolsillo?”, tuvo que preguntar Camilo al ver tanta puerilidad concentrada en una sola persona. Asi todo controló el ansia de regañarla y le compró unos 10 cucuruchos.

CubaLa realidad de la inminente despedida comenzó a pesar sobre Camilo justo al darse la vuelta para ir rumbo al parqueo. En Cárdenas terminaría la única “botella” que él nunca hubiese querido que terminara. No podía creer cuán fácil esa holguinera había batido su rigidez y con ella, hecho merengue.

Dentro del Jipi, el vapor del metal los cocinaba. Camilo, con sus dos manos engrampadas al timón hirviente, trataba de obviar el tema Berta para decidir si dejaba a María en Cárdenas o la llevaba hasta la Habana. Pero Berta se colaba en su su raciocinio y la decisión la formuló más o menos así:

“Si llego esta tarde a la casa, mi excusa terminará en el libro de cuentos donde Berta recopila los tupes que ella acepta, pero no cree. De no llegar, mi escusa terminará en el libro de la traición, donde no ha podido aun anotarme ni una anécdota.”

Camilo miró a María que a pesar de los chorros de sudor comía feliz su último cucurucho. En vez de un “agitón” para que arrancara el Jipi, recibió una destellante sonrisa con un “yo nunca había comido un maní tan rico”. Lo bello de la sonrisa convenció a Camilo, que si la dejaba en Cárdenas, hasta un ovni le pararía a darle una botella hasta a la Habana. Fue ahí que decidió no cederle su suerte a un ovni.

  • Te voy a llevar a la misma Habana, María Mariposa.
  • ¿De verdad, Cosmonauta? ¿Y tú no tienes que llagar a tu casa?De la novela_ María mariposaPor_ Jocy Medina
  • Yo soy un hombre. Después de lo de anoche no te voy a dejar tirada en Cárdenas.
  • Oh. ¿Pero lo haces porque “me lastimaste”? O de no haber sido virgen me hubieras llevado también.
  • No se María, porque hay mujeres que borran todo lo que uno sabe y nos dejan aprendiéndolo todo otra vez. Solo sé que quiero llevarte a la Habana. ¿Me dejas?

(Continuará)

Jocy Medina, Para «Un Pedacito de Cuba»

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Un comentario sobre “Habana Dura (6): Mejor a las cuevas que al infierno (En Matanzas, Cuba)

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