Las primeras luces del día sorprendieron a 3 bailarinas del elenco chachareando bajo un framboyán detrás de la cocina de la finca. La botella de ron a medio palo justificaba las risotadas. Y cuando notaron que María salir de la arboleda rumbo al dormitorio, las risotadas se convirtieron en llamados para que María viniera a conversar con ella.

La mano de una bailarina extendió la botella para que María tomara. Y antes de tragarse el primer buche, ya María se había enterado que una se había llevado a un español con ella a la arboleda.

  • Estábamos en la calentura cuando la mujer del Yuma empezó a llamarlo como perrito: ¡“Cuchi, cuchi, cuchi, cuchi”!Las risotadas no habían terminado, cuando otra le contó que había acabado en la habitación de dos franceses para darle un show privado.
  • Pero se me fue la mano con las acrobacias porque me senté en el lavamanos con los pies rumbo a la luna y de pronto se desprendió todo aquello. Caí de nalgas en el piso y un chorro inmenso de agua se salió de la pared disparado a la cara de los hombres. Ellos gritaban “¡Deló! Deló!” y como yo no sabía qué decían agarré mi ropa y me fui corriendo.

María no había terminado de procesar esa historia cuando la tercera bailarina confesó que nadie nunca agarró a las otras dos porque ella estaba disfrutando del guardia de seguridad, cuyas dimensiones de pene eran serias.

  • Así que mientras estas dos cogían propinita, yo cogía cervicitis pélvica.

Y cuando las risas mermaron, las chicas se interesaron en la historia de María, esperando que fuera bastante picante pues acababa de salir de la arboleda.

  • Yo terminé en casa de un babalawo, donde me cortaron un mechón de pelo para una brujería.El infortunio primero causó risa, después silencio y terminó causando espanto. Las chicas le advirtieron a María cuan peligroso es dar pelo para una brujería. Una bailarina se dio un buche de ron y lo sopló al aire para limpiar el espacio, tal como Cheo había hecho al ella y Yoyo llegar a la choza.
  • Ya, dejen eso, el santero me dio un amuleto a cambio. Así que estoy protegida. – Dijo María.
  • Ay dios María tú estás loca eso no es un santero, eso suena a Palo Monte. – Dijo una bailarina.
  • Lo que sea. Peor no se puede poner mi vida.

El pedazo de seriedad que prosiguió les recordó a todas lo cansada que estaban. Un cocinero salió de la puerta trasera de la cocina con un café con leche para cada una así que las cuatro chicas fueron a dormir sin hambre. Llevaban horas durmiendo cuando una bailarina entró al dormitorio a despertar a María pues un cliente la estaba buscando.

  • Estás loco Luciano, me meto en líos si te ven aquí. – Dijo María al verlo.
  • Ya tengo tu “dinero folclórico” como tú dices. – Dijo Luciano.

El sobre era tan grueso que terminó dentro del short, no dentro de los sostenes de ella.María la agradeció y ese día fue con él sobre hasta darse una ducha. Tenía su pelo enjabonado cuando una bailarina del elenco vino a buscarla porque el jefe del elenco en la finca quería hablar urgentemente con ellas. Sin tiempo para quitarse el jabón en el pelo María corrió al dormitorio, donde el jefe había reunido a las chicas para hablar con ellas.

  • Esta mañana recibimos 3 quejas de 3 clientes diferentes. Todas con relación a este elenco. Unas por mucha bulla, y una pareja de españoles incluso hasta se nos fue de la finca porque una de las bailarinas le devolvió al marido lleno de chupetones. El custodio no vio nada, y las cámaras de seguridad no tienen baterías, así tenemos que despedirlas a todas. Ahora mismo se van, y en la entrada hay un camioncito para regresarlas.

Mientras todas las bailarinas empacaban muerta de la risa, María recogía sus cosas pensando a donde iría. Llegó a la entrada y nadie se dio cuenta que el viejo Chevrolet del 58 con la carrocería trasera picada, era a lo que el Jefe le llamaba el camioncito. Se dieron cuenta cuando el viejito que lo manejaba gritó desde su ventanilla. “Es de 5 puestos pero le caben 20”. Después de montarse las 8 bailarinas con todas sus bolsas, el chofer apretó bien la puerta contra una bailarina que casi se salía para cerrarla.

Y como parece que el 58 la Chevrolet no había concebido que su carro del año se convertiría en camioncito en los 90s, a medio camino el motor del Chevrolet comenzó a ahogarse y tuvieron que bajarse todas. Detrás de ellas un mar, y al otro lado del humo que salía del Chevrolet, pasaban carros que podrían darle botellas a las que querían llegar temprano a su casa.

Todas las que tenían casa se fueron, y con solo María dentro, el camionsito logró llegar hasta la Habana Vieja pues según el chofer, no tenía más gasolina para llevarla a su casa.La algarabía del sábado traía rostros contentos. La gente cogía botellas para irse a todos los lados. María quería irse a la escuela a dormir pero no tendría quien le abriera.

Alguien le había dicho una vez que en la Habana Vieja se resolvía de todo, y María pensó que dando todo su “dinero folklórico” alguien aceptaría tenerla en su casa por unos días.Entró a las flaquísimas calles de la Habana Vieja, con miedo a estornudar y se fueran a caer las casas. Atravesó calles y calles con miedo a respirar y las fosas causaran una enfermedad terminal en sus pulmones.Los extranjeros paseaban felices de que esa no era la ciudad donde vivía la solución de sus problemas. Para María era una agonía pasearla, porque de cada esquina salían menos esperanzas de encontrar lo que buscaba. .Llegó a una linda plaza vestida con la misma intención con la que los niños terminan sus castillos de arenas en la playa. Esculturas de bronce en forma de mujeres desnudas adornaban las puertas y los extranjeros tomaban Mojito en una taberna pagándole tragos a las cubanas a cambio de que durante la noche se desnudaran.

Allí en la plaza les preguntó a dos chicos muy bien vestidos si sabían de algún lugar donde podría hospedarse.

  • Para ti que eres del campo en ningún lado, pero tengo un Yuma allá adentro del bar que a lo mejor le conviene hospedarte en su cama. – Dijo uno de los chicos.
  • Yo no quiero hospedarme con un Yuma. Yo tengo dinero para hospedarme sola en una casa.
  • Ahora mismo, el que te hospede en esta ciudad pierde la casa. Y tú no tienes nalgas para pagársela. – Respondió el chico.
  • Mamita hay tremendo fuego abierto a los particulares que hospedan a guajiritas. Ustedes son ilegales. – Le aclaró el otro muchacho.
  • Yo, ilegal en la Habana. En mi pueblo jamás haríamos eso a un habanero. ¡Qué clase de uñas tiene la Habana!

Ambos muchachos la dejaron de mirar con cara de quien habla con una marciana, pues en la esquina opuesta a donde estaban, llegaban un grupo de policías que añadía sal al final de la tarde. Los tres dieron un giro en 180 y dejaron que la Habana Vieja los alejara.El sol se iba y María necesitaba que se quedara hasta que ella encontrara lo que buscara. En el portal de una gran casa tan bella como lo era vieja, un joven sin camisa, mordía un palito y se acariciaba. Por la suciedad de los pisos de mármol supuso que allí vivía mucha gente, y ella le preguntó si él conocía a nadie que podría hospedarla en un cuarto de esa casa.

  • A las jineteras del campo le tienen fuego abierto aquí en la Habana. ¡Tremenda candela! – Dijo el muchacho en cuanto escuchó el acento con que María se lo preguntaba.
  • En primera, yo no soy jinetera y en segunda, cómo en una isla tan pequeña se hayan logrado divisiones tan inmensas
  • Mami no me vengas a dar clases de filosofía que hoy es sábado. Si no es a jinetear yo no sé para que más tu viniste aquí a la Habana.
  • A crecer. Digamos, que vine a buscar mis alas!

Al oír eso, el muchacho dejó de morder el palito y la mano con que acariciaba su barriga se metió debajo del sobaco opuesto. Y cuando su otra mano fue también a donde el sobaco opuesto, los brazos cruzados del chico le indicaron a María que decir eso en la Habana Vieja no solo delataba que ella era del campo, sino de otro planeta.

  • Mamita por aquí nadie, venden alas. – Dijo el muchacho pestañando incesablemente. Mira, te puedes quedar conmigo y con mi mujer si quieres. Ella es mayor que yo, pero le gustan las jovencitas.
  • ¿Pero que le echan al agua aquí en la Habana que tiene a la gente tan idiota y descarada? – Respondió María a la vez que agilizaba el paso para seguir la búsqueda.

Al llegar a la esquina, ya la Habana ya le apagaba las luces y una ráfaga de polvo dentro del viento olía a que le traía lluvia. Cruzando la calle una gota de lluvia le cayó sobre la espalda. Las calles se quedaron sin gente a quien pedir ayuda, como si de pronto la ciudad quisiera esconderle a María todas las salidas.Sus bolsas comenzaban a pesarle con el peso que añadía la lluvia. La noche de pronto se tornó muy roja y tal como el hambre comenzó a brillar dentro de su barriga. Se desató un aguacero que entretuvo el hambre mientras ella trataba de buscar un portal con techo donde guarecerse, pero hasta eso le escondió la Habana.

Siguió andando rumbo a dónde van los que no saben dónde atravesando calles muy oscuras que la hacían sentir como si se la hubiese tragado una ballena. La primera luz que vio por un buen rato, fue la que alumbraba un letrero que desde lejos parecía decir “restaurante”. Ya frente al cartel, confirmó que había leído bien y por las dos mesas donde parejas de extranjeros comían arroz congris con carne de puerco confirmó que estaba abierto.

La recibió un joven que le informó que si no era extranjera no la podía dejar entrar. Con la misma intensidad que le rugían las tripas, María le rugió al hombre un “¿por qué, acaso no pagamos con el mismo dinero?”.

  • Pues claro que no, estos clientes tienen divisas, y supongo no seas tan tonta como para decirme que traes dólares americanos encima, pues de decirlo muy alto podrías ir presa.
  • Doy lo que sea por un plato de comida. Desde un café con leche que me tomé esta mañana no me cae nada en la barriga.

Con el entrecejo en extremo corrugado el joven leía el dolor en la mirada con que hablaba María. En vez de responderle joven revisaba el menú del restaurante como quien busca soluciones. Pero cuando regresaba a la mirada de María otra vez su mente se llenaba de dilemas.

  • Da la vuelta por esa esquina y espérame detrás del restaurante. Voy a ver que puedo sacarte de la cocina.A la puerta trasera del restaurant se llegaba atravesando un pasillo pestilente repleto de diferente tamaño de roedores. Saltando, como si jugara al Pón entre las ratas, María llegó a donde el jóven la esperaba con un sandwish.Enganchado por las uñas de María, el joven observaba como el sándwich se desaparecía detrás de cada mordidas que María le daba. Los dos ojos de ella, en tanto, observaban con cuanto gusto el joven la miraba derrotar al hambre.
  • No te voy a preguntar, pero por tu acento eres de muy cerca de donde yo tengo familia. – Le dijo el joven asumiendo que María no iba a dejar de masticar para decirle de donde era. – Pero ten cuidado, están limpiando la calle de ilegales, gente del campo como tú están primeros en la lista. Aléjate de este tipo de restaurantes que son solo para el turismo, pues aquí se vende con divisas. Aquí a veces hasta los clientes pueden ser policías.
  • ¿Por que no le ponen un cartel que diga “solo para divisas”? – Dijo María después del último bocado.
  • Cuando tu has visto que al pescado se le anuncia que hay carnada en el anzuelo, chica.

Una voz le avisó al joven que había clientes en la puerta. María no le dio las gracias antes del joven irse a atenderlos. De regreso al pasillo de las ratas salió a donde la lluvia era una ducha y la calle, un río que llevaba a una avenida. Allí, un carro con huecos en el piso le dio botella a Buena Vista. Mientras el chofer la reganaba por estar mojándose de esa manera en las calles de la Habana, ella le rogaba a todos los dioses de la ciudad que fuera ese día de descanso de su tía Belinda. El hecho que no lo fuera, le sacó las lágrimas. El chofer le pidió perdón por los regaños pensando que algo que él había dicho la hacía llorar de esa manera. María señaló al edificio donde la debía dejar, y se bajó sin dar las gracias.

Continuará…

Por Jocy Medina

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3 comentarios sobre “Habana Dura (15): Habana Vieja y Dura

  1. OMG no soy cubana,pero estoy facinada con la cultura de Cuba..me encanta la novela y me hace sentir que la estoy viviendo.gracias jocy Medina

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