A María le tocó tragar lo seco de no tener nada con que tragarse un comentario tan indignante. Se enfocó en prepararse para su “operación italiano” y borrar con ello la operación “recogida de guajiras” que torturaba su mente. Con una bolsa en cada hombro caminó rumbo al punto de encuentro. Llegando, desde lejos, se veía un hombre cuyos ropajes a la legua decían: “extranjero”. El hombre la saludaba con las manos al aire y ella viró su cara al tráfico como si nada de aquello fuera con ella. Era Luciano.
La vista de María circulaba las repletas calles del Vedado buscando policías y taxis, y llegando a donde Luciano, le sacó la mano a un Lada con porte de taxi de hospital. En cuanto paró ambos corrieron al taxi y sin siquiera saludarse se montaron.
Ante la obvia pregunta del chofer (“¿para donde van?”). Luciano mucho menos, pero como de los tres era el más relajado sugirió a un lugar tranquilo, apartado, donde tomar algo. – Pidió Luciano.
- Y sin policías. – Añadió María.
- No hay problema, que tal les parece la luna. – Sugirió el chofer.
- Mira yo soy de Holguín, llévanos lejos de la Habana, que estar aquí con un extranjero es querer colgarse y no tener soga.
- Sí, hay tremendo fuego abierto a las guajiras. Que tal rumbo a Pinar del Rio. Allí hay un hotelito descargoso con piscinón, ranchonsito. Tranquilo para las jineteras con sus “yumas”. Y no hay policías.
- Me gusta esa luna. – Afirmó María.
Una hora rumbo oeste alcanzó para los abrazos e historias de Luciano y María. Al llegar al hotel, Luciano le pagó al taxista doble de lo que el pidió y ayudó a María cargar una de sus bolsas. Le deliciosa sazón de la comida criolla los haló directo al ranchón. Ya sentados Luciano admiraba la criollez y María revisaba el panorama internacional tratando de ubicar cuales de los presentes podrían ser policías.La velada comenzó con un Mojito y preguntas ligeras. Al segundo Mojito las preguntas empezaron a tomar peso, sobre todo cuando Luciano quiso saber la razón por la cual ella venía con esas dos grandes bolsas. “¿Cómo decirle a este italiano que en esos momentos ella no tenía donde quedarse pues a casa de su tía en la Habana no podía regresar?”
En cuanto encontró la forma, las respuestas de María amargaron la menta que dejaba el mojito al final de la garganta de Luciano. Y la última oración de su respuesta fue: “… y para colmos ayer, cuando regresé a dormir a casa de mi tía, Sandro me volvió a violar”.
No quedaban parejas en el ranchón y a Luciano se le había quitado el hambre. Le pidió a María que no se moviera de allí hasta que el regresara. María, al verlo caminar rumbo a la recepción, no dudó que era para un “cuenta y un taxi” para ayudarlo a perderse de allí.Sin terminar su tercer Mojito, María también fue a la recepción, oliendo la campiña nocturna del que se sabe en el medio de un monte de donde no iba ser muy fácil salir. Un joven en la recepción le entregaba a Luciano unas llaves y le pedía que fuera al bar a esperar que le alistaran la habitación. En lo que esperaba, María le preguntó porque no se había ido.
- Yo vine a Cuba a aprender a ser feliz entre gente que no tienen nada. Y tú pareces fiel a esa descripción. – Le dijo Luciano.
- Como vas a aprender a ser feliz entre gente sin nada si viniste con todo. ¿Te fijaste que rápido conseguiste una habitación? Yo pase el día entero buscando una en la Habana, y por ser de Holguín, no la encontré.
- Yo no vine con todo. Yo tengo una casa bella en Florencia, escribo para periódicos y revistas en Roma. Tengo una mujer que me ama, pero la dejé en casa hace un para ir a buscarle sentido a mi vida. Mi vida no tiene sentido. Estoy muerto por dentro. Yo vine con nada.
- Pero viniste con dinero. Aquí en Cuba es igual que en tu país, con dinero se tiene de todo. La diferencia es que aquí, con ese dinero quizás tú consigas algo que de veras te hace feliz, y en Italia no. Yo no sé.
- Yo sé cuán difícil es para los que no tiene nada entender los problemas de los que lo tienen todo. Yo solo tengo dinero y no soy feliz.
Un muchacho con una chapilla que decía Marco en su camisa, interrumpió la cara de extrañeza con que María miraba a Luciano. Con suma amabilidad les pidió “a los señores” lo siguieran para llevarlos a la habitación. Por el camino sugirió que si al otro día gustaban de un paseo a caballo lo fueran a ver a él. Ya dentro de la habitación les explicó cómo encender el aire acondicionado del cuarto.
- Si no enfría bien usted nos llama y nosotros le movemos la cama justo delante del aire.
El rato que demoró Luciano mirar a Marco para tratar de entender que Marco no entendía, fue suficiente para matar de la risa a María.
- Ya, da igual Luciano, si hace calor y eso no enfría dormimos afuera, en una tumbona de la piscina. – Sugirió María.
- Está prohibido dormir afuera señorita. – Aclaró Marco.
- Ay ¿son ideas mías o tú me llamaste señorita? – Dijo María virándose de frente a Marco.
- Ah, claro. Señora. Disculpe, es que…
- ¿Señora? ¡Mejor todavía! Es que estando allá afuera sin el “Señor” siempre me llaman “oye mijita”, “oye mamita”, “oye tú”. Y aquí adentro soy señorita. Que rico, de aquí no voy a salir.
- Bueno, que disfruten su estadía los señores, me voy. – Respondió Marco.
Ni bajo la ducha hirviente que solo se encontraba en los hoteles destinados al turismo, María se concebía encerrada con un extranjero en una habitación. Cavilaba que según la regla del “jineterismo” esa noche le tocaba hacerle mil maravillas al italiano, y al terminar debía decirle que al próximo día le iba a hacer mil más.
Al salir de la ducha, envuelta en una toalla, liberó el pelo del retorcijo de otra toalla y sin darle dos vueltas al asunto, dejó ambas toallas caer.La vista de Luciano pidió al tiempo inmovilidad total para disfrutar de arriba abajo la némesis con pelos chorreándole los pies que se le acababa de desnudar delante. “Solo eso paga por mi viaje a la Habana”, fue lo primero que Luciano atinó a decir. “Aunque lo siento María pero yo no puedo estar con una mujer a la que acaban de violar”, le prosiguió.
Las palabras de Luciano, desamarraba todos los nudos que sus pensamientos en la ducha le habían dejado en el alma. El alivio la tumbó en la cama, donde las toallas otra vez la enrollaron, donde Luciano la dejó dormir.Al despertarse y desayunar, el sol los invitó a la piscina. Entre chapuzones las tumbonas se daban perfectas para ellos invitar al sol a tostarles un poco la piel. Luciano pidió un Mojito y María nunca supo que quería tomar, pero sabía que había algo, que quería saber:
- Luciano, ¿que tú quieres de mí?
A Luciano no le bastaron dos buches de Mojito para formular una respuesta que no sonara del todo brutal. Supuso que mejor respondía con una historia, que era del todo verdad.
- La noche que te vi bailar sentí necesidad de escribir un poema. El primero desde que me fui de Italia. El último fue a mi mujer. Eso me dijo, “he de tener a esa mujer”. Al otro día en la mañana, y por 3 días seguidos, fui a buscarte a la arboleda para acordar una cita nocturna contigo, como se estila allí. Al cuarto día fuiste, te seguí por los trillos. Te vi escogiendo flores, oliendo hojas. No parecías estar allí para lo que estaba yo. Cuando me regresaba una bailarina preciosa me ofreció una cita nocturna, y no la acepté, por algo parecido a querer serte fiel, y no arruinar una oportunidad de un día tenerte a ti.
- Linda la historia, pero no respondiste mi pregunta.
- Tenerte. Quiero tenerte. Pero después de lo que me contaste no podría. Yo tengo una hija. Soy un hombre. No sé. Ni me imagino el dolor que debes sentir.
- Lo único que no me gusta es que todo en tu historia apunta a que la víctima soy yo.
- Porque lo eres María. Aunque no lo creas estás en estado de shock. Abandonaste tu casa, y te han violado dos veces.
- Mi shock ya pasó. Mi culpa no. Todo ha sido mi culpa. Mi idiotez. Yendo a la Habana casi violé a un hombre casado, al punto que por toda una semana ni recordó a su mujer. Luego ignoré que en casa de mi tía vivía un hombre, sin querer lo desorbité al punto que me él me violó a mí. ¿Cómo vas a decir que la víctima soy yo?
- Porque lo eres.
María esperó a que Luciano se diera un buche del Mojito para que dijera más. Sus ojos se quedaron pegados a lo que él creía sobre ese tema.
- Ambos hombres traicionaron a sus mujeres. El marido de tu tía, además de traidor, es un violador. En Italia cortan los huevos por menos que eso.
- ¡Ay, los huevos. Hablando de huevos…! – Dijo María con cara de haber recordado algo.
- ¿Qué paso?
- Necesito llamar a mi tía.
María corrió a la recepción y pidió llamar al número que la tía le dio para dejarle una recado si un dia no regresaba a casa. La chica del 4 le preguntó que recado quería darle. “Dile que estoy bien, y que me fui otra vez”.
- Yo se lo digo. – Respondió la del 4. – Pero no será hoy. Anoche Sandro llamó aquí para que le avisara a Belinda que estaba en el hospital ingresado con las patas en alto pues tenía los huevos al rojo vivo. Dice que una alergia le causó tremenda quemazón. Yo fui en la madrugada a decírselo a Belinda, pero le advertí que eso no es una alergia, eso es SIDA que cogió en lo huevos. Haz oído del CIDA, es una enfermedad nueva que están trayendo los extranjeros a este país ¿Y sabes lo que Belinda me contestó?
María le colgó. Supuso que la tía le había contestado que era una anacoreta por decir tal cosa. Con la culpa y la felicidad carcomiendo ambos lados de su conciencia María corrió a la piscina y saltando en frente de los ojos de Luciano, le anunció:
- ¡Ok! Tienes razón. Soy la víctima. Pero ya la vida me reivindicó.
- ¿Pero qué pasó? – Preguntó Luciano al ver a María bailando victorias frente a él.
Olvídate que pasó y olvida ese Mojito que esto hay que celebrarlo con ron. ¡Así que vamos para el cuarto!
Por Jocy Medina
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