Habana Dura (25): Trucos de una jinetera

Aviso: Contiene lenguaje sexual, erótico. Por favor no lea si es sensible.

A María le extrañaba más la preocupación de Cindy que Luciano finalmente la hubiera llamado.

  • ¡Apúrate, María, levántate! ¡Es el italiano de la renta!

Cuando María finalmente llegó al teléfono, Luciano había colgado. La palabra “cliente” había desinflado el globo de valor del que Luciano se había tenido que llenar para llamarla. Al colgar, un dolor en el centro del estómago lo dobló en dos. María subió a su cuarto suponiendo que Luciano había colgado porque su mujer lo había pillado. Regresó al moho de su cama pero Cindy, al sentirla de regreso tan rápido, se coló en el cuarto de María otra vez.

  • Amiguita, vine a traerte chocolates. El suizo que acaba de salir de mi cuarto me regaló un paquetón. ¿Lo viste salir?
  • No.
  • Es un cliente fijo. Viene todos los años a Cuba con su mujer. Pero nunca deja de venir a verme. Le dice a ella que va a salir a repartirle chocolates a los niños de la Habana. Pero todos me los trae a mí. A las niñas estas – dijo Cindy dándose ella misma una nalgada.
  • ¿Tú no tienes que dormir?
  • Sí, pero hace días que no te veo entrar ni salir. Le pregunté a Julia qué te pasaba. Me contó. Quería conocerte antes que te vayas y pierda esa oportunidad.

María sintió deseos de abrir unos de los chocolates que Cindy le puso en la cama, pero no tenía deseos de estirar la mano para agarrarlos.

  • Ay, que linda esta vista. Julia me había dicho de esta ventana. Yo quería esta habitación porque es más grande que la mía, pero en cuanto me dijo que aquí vivía el fantasma de su madre le dije que no.
  • Yo no le tengo miedo a los fantasmas.
  • Yo sí, porque los veo alojarse en la gente y desnutrirle hasta el alma. Mira cómo te tiene a ti.
  • Son los vivos los que me han hecho esto.
  • María, tú llegaste aquí llena de vida, y desde que vives con un muerto te ves desmejorada. Mira, aunque no te conozco, estoy preocupada por ti. ¿Hay algo que pueda hacer?
  • Si. Poner tu colchón en el piso para no oír chirriar tu cama y por lo menos dormir el tiempo que me queda aquí.
  • Quizás sea hora que empecemos a oír la cama tuya.
  • Ni muerta.
  • No sé por qué me pareció que dijiste eso con desprecio.
  • Pues te pareció mal. Lo dije con cobardía. Ojalá pudiera yo ser como tú. Tus clientes no pueden subir las escaleras cuando llegan y cuando se van pueden subir el Pico Turquino. Los míos saldrían sin huesos. Eres fuerte. Aunque estoy segura que la fuerza no es el motivo.
  • El motivo se llama Julito. Mi hijo. Vive con su padre y su abuela paterna allá en Caimanera. Después que el padre me dejó yo no tenía donde ir a vivir y me lo quitaron. Yo voy a construir una casita para…

El llanto interrumpió la historia y se la llevó a sus recónditos huecos. Allí la tuvo un rato mientras María la miraba sin tener nada que añadir, ni energía para consolarla. A modo de interrumpir el espiral del llanto le dio las gracias por el chocolate.

  • Ven conmigo hoy, María. Hay unos cuantos trucos que te puedo enseñar y aprender nunca sobra.

Cuando nada seducía a María, la palabra “aprender” lo lograba. La ducha y el jabón trataron de hacerla oler a ella otra vez, y el perfume de jazmín que se untó después consumó el hecho. Cindy y sus jean rojos fueron a buscar a María para llevarla al Parque Central.

Las calles de la Habana y sus despintadas mansiones, alumbradas por el sol, insinuaban que alguna vez todo aquello tuvo color. La sombra de Cindy delataba que sus caderas habían salido a desmoronar al que las viera pasar. La sombra de María alargaba el cuello al mirar los pañales y las ropas de cuna que colgaban tranquilas de las tendederas y con algo de tristeza recordaba a las de Camilo, pues pronto se verían así.

Cindy se reía más de lo que hablaba, y entre carcajadas intercalaba los trucos del giro que para ella eran elemental.

  • Primer truco: Los hombres no buscan a las que esperan. Ellos odian las mujeres paradas por las esquinas esperando que ellos la vengan a buscar. Miran a las que andan floreando y ellos tengan que jugar a venirlas a cazar. Tú camina. Meneas el culo para acá y para allá. Regia. Pareciendo siempre acabadita de llegar.
  • El segundo: Los hombres creen que quieren sexo. Ellos ni se imaginan que en el fondo lo que quieren es procrear y por eso se le van los ojos para tus tetas. El primero que tú veas que no le pierde la vista a tus tetas, ofrécelas.ID-100297653 - copia
  • Y el tercero es: Si te dicen que no, asegúrales que en su lecho de muerte se arrepentirían de una cosa, y es el no haber probado una cosita rica que tú tienes debajo de tu falda. Eso les pone las maniguetas del reloj a darles vuelta y vuelta y vuelta. Y cuando para la manigueta, te dicen que sí.
  • ¿Y si te dicen que no?
  • Mira, el gran arrepentimiento de los hombres al morirse, no son las mierdas que hicieron, sino las que no hicieron. Mientras más viejos, mejor funciona ese truco. Porque acuérdate que el viejo camina lento pero tiene apuro. Y si todavía te dice que no, le dices “bueno, te vas a acordar de mí en tu lecho”. Amiga, al otro día ve al mismo lugar que ese hombre estará ahí. Por eso es que yo siempre vengo aquí al Parque Central. La mayoría de mis clientes son con los que hablé ayer, que no se quieren acordar de mí en su lecho.
  • Y entonces. Asegúrate que tienen condón para que eso de procrear no se les vaya de contexto. A mí me los traen mis yumas porque aquí los cogen de globos para fiestas de cumpleaños, y están perdidos.

Y entrando al parque Cindy notó que el primer fogoso de sonrisa amplia las miraba. Un “treinta y picón” cuyos ojos de lejos parecían verdes, demasiado joven como para que la técnica “del lecho” funcionara con él. Cindy fue directo a dejarlo que apreciara sus senos de cerca.

María se quedó sentada en un banco y mirándola se convenció que a Cindy no le hacían falta trucos para conquistar a nadie, el truco era lo bella que era. En minutos uno más alto y de ojos azules se les acercó a Cindy y al hombre. Parecía que ultimaban detalles. Llevaba una camisa de mangas largas y de espaldas, por el redondel de sudor era evidente que el calor de la Habana se burlaba de su camisa.

Al otro lado del parque, una animada charla sobre béisbol en un banco cercano le robó la atención. María casi sonreía al escuchar a los viejitos, pero dejó de sonreír al regresar la vista y no ver más a Cindy. Segundos después divisó los jeans rojos calle abajo junto al ojiverde. Y al perderla, en lo estrecho de las lejanas calles, infirió que hasta ahí había llegado su lección del día.

La poca brisa del parque dejaba todo en paz para María. Saberse a distancia de la casa de Julia le hacía bien. La charla sobre béisbol le volvió a girarle el cuello. Una tenue sonrisa otra vez se asomaba oyendo hablar a los viejos.

Continuará…

Por Jocy Medina

Aviso de la autora: Comparta la novela sus amigos mientras es Gratis. Pronto saldrá la novela en libro y tendremos que quitar todos los capítulos gratis del blog.

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4 comentarios sobre “Habana Dura (25): Trucos de una jinetera

  1. Estoy super enganchada con la historia. Entré a tu vlog para saber un poco de Cuba ya que mi marido viajará para celebrar sus 40 años y me quedó con muchas ganas de conocer tan maravilloso país.

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