La alegría iluminó la sonrisa de su rostro al verme. Dentro de mi fuerte abrazo trataba de decirme cuan feliz estaba porque habíamos llegado. Al tapiz de arrugas que hacía tanto cubría su cuerpo se notaba algo más frágil, pero su mirada me quería con la misma fuerza. La volví a abrazar porque el primer abrazo no me sació los deseos que traía de abrazarla. Dos de sus lagrimones encharcaron mi hombro y no la solté hasta que no sentía a sus ojos casi secos.
- Ay Jocy que noticia acaban de dar. ¿Ya te enteraste? – preguntó abuela.
- Si, la escuchamos por la radio, -respondí.
- Yo he llorado como una boba. Ya llegaron los presos. Y yo no hago más que pensar en esas madres, que temieron jamás volver a ver a esos hijos. Qué alegría, que sorpresa, el mismo día de San Lázaro. Que regalo. Mira que yo pedí por esas madres. Ya pueden descansar tranquilas, pobrecitas.
Más de sus lagrimones regresaron a mis hombros. A mí, las madres de los presos no me había ni pasado por la cabeza.
- Ahora somos amigos de los Estados Unidos son amigos. ¿Viste eso? – dijo abuela saliéndose de mi abrazo.
Abuela regresó a la cocina anunciando que solo le faltaba freír los plátanos para que estuviera la comida. Ofrecí ayudarla a terminar, pero me recordó que en su cocina solo cabe una persona. Desde la salita escuchábamos el sonido del aceite friendo los plátanos y lo que le decía abuela a la familia.
- ¡Por fin pasó esto, a mis 85 años! Pensé que no lo iba a ver.
- Abuela te queda mucho por ver. No digas eso. – le dije.
- Ay y como me encantaría ver a la Habana llena de tranvías otra vez. Era bella esta ciudad, le le decían la Perla del Caribe. En esta época del año estaba llena de luces, alegría. Mi pasión era irme a la Habana Vieja y pasar a ver las bellezas por las vidrieras de las tiendas. ¡Ve poniendo la mesa, Jocy!
Esa última frase era el cuño de que había llegado a casa. Poner la mesa era mi tarea desde pequeñita. Y después de eso, llegan los platos ya servidos de arroz con frijoles a la mesa, y allí cada comensal se sirve carne y agarra platanitos para acompañar la faena. Cuando ya crees que tienes todo lo que necesitas en el plato, ella trae una fuente de ensalada con tomates, lechugas, acelga, lo que haya conseguido en el agro, aliñada al gusto mío.
La primera cucharada es para apagar los demás sentidos del cuerpo y dejar el del paladar encendido. A la segunda sientes que el ajo sigue seduciendo a las demás sazones, para entrar en un baile mojado de sazones apareadas en combinaciones perfectas. La carne sumisa entre tus dientes se desbarata al llegar a la boca. Masticas el primero bocado, y cuando la delicia llega a tus adentros, te desvives por el próximo.
La comida de abuela merece la más rica de las siestas.
Por Jocy Medina, para un Pedacito de Cuba
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“Amigos del Enemigo”: Es una novela diario que retrata lo que se sintió en los barrios Cuba a raíz de reanudarse las relaciones entre dos grandes y viejos enemigos (Cuba y Estados Unidos). Ofrece vívidas imágenes de cubanos en medio de su lucha existencial por ser feliz, en una sociedad que se hunde en los oscuros pozos del turismo sexual, la prostitución, las carencias, la violencia, las restricciones y el auge del uso de las drogas. Son historias que a golpe de amor, ron, baile, y sexo, no solo reflejan crudas realidades de la actualidad cubana sino también la alegría, coraje, picardía e inteligencia de los cubanos para salir adelante. Es una historia que explora lo que podía pasar en Cuba a raíz de las nuevas relaciones con los Estados Unidos, a través de opiniones que se balancean entre la esperanza y desesperanza de que en Cuba la situación mejore.
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