El día de irse de casa de Julia amaneció sin lluvia. David la dejó allí esa mañana y ella le dijo que a esa casa no la tendría que llevar más. A David lo asustó la noticia, pero recibir la dirección a donde iría lo alivió.

  • Es la casa de mi tía. Cuando me extrañes, me buscas allí.
  • En cuanto María le anunció a Julia que iba por sus cosas, esta no pensó mucho para pedirle que no se fuera.
  • ¿Y la renta? – preguntó María por curiosidad
  • Págala fija. Paga lo que puedas. O no me pagues. Desde que tú llegaste, en esta casa hay paz.  

Antes de salir abrió la ventana, como para que Julia tuviera que subir al cuarto a cerrarla. Y se arrodilló ante el viejo armario donde ella aseguraba que vivía el fantasma de la madre de Julia y con sus manos en rezo se despidió. self portrait by Elisa Fox freeimages

Aunque María discernía el tono de necesidad en la voz de Julia, fue escaleras arriba sin darle respuesta. Buscó a Cindy para decirle que se iba, pero no la encontró. El armario de su cuarto estaba abierto como listo para que ella sacara sus cosas de ahí. Empacar le confirmó que aunque en vivencias era casi rica, en las pertenencias no. Todo le cupo en las mismas dos bolsas con las que llegó.

Señora, yo sé que usted me escucha y sabe que me voy.

Desde que se apareció en mi sueño el otro día, la he sentido junto a mí. Quería irse conmigo, y a cambio ayudarme a conquistar a David. El hechizo de ese hombre, estoy segura que lleva el toque de su mano porque si no, qué otra cosa pudiera ver él en mí.

Esta semana, gracias a él, y a usted, volví a “volar”. Los ojos de David me devuelven el alivio de que hay alguien que me pueda dar, no lo que me gusta, sino lo que necesito.

Pero estoy de rodillas, porque vine a pedirle que quite su mano de ahí. Yo quiero hechizar a David con mis propios encantos, si es que me queda alguno sano, no porque un fantasma lo amarró a mí.

Así que, cuando yo baje las escaleras, usted salga de mi cuerpo y quédese aquí.

Yo sé que teme que cuando me vaya Julia no regrese aquí jamás. Y sé que ella teme que yéndome yo usted comenzará a tirar las puertas otra vez. Y quizás ambas tienen razón. Pero es que ella no la necesita en este cuarto. Ella la necesita en lo alto de la luz, abriéndole las puertas y ayudándola a ser feliz.

Mi consejo es que suba y sea el ángel que toda hija necesita que una madre sea para ella. Y cuando esté allá arriba si gusta protegerme, bienvenida sea. Solo deme una señal para saber a quién le debo guiñar el ojo.

Adiós.

 

Antes de bajar con sus dos bolsas, María pasó un papel por debajo de la puerta de Cindy que decía: “No sé si lo sabes, pero eres mi única amiga. Quiero volver a verte. Aquí te dejo mi dirección.” María arrastró sus bolsas escaleras abajo, y Julia, sentada en el sofá no se levantó ni para decirle adiós.

Antes de arrastrar las bolsas escaleras arriba para llegar a casa de su tía, María se detuvo en los bajos, pensando qué le respondería a Sandro cuando, al abrir la puerta, expresara su alegría por ella haber regresado “a la flor de su calabaza”. Pensó también qué le haría si se acercaba otra vez a ella.

Entrando al edificio notó que los pisos no olían ni a tamal ni a cloro. Olían a lo quemado de sus alas, un aroma que se hizo inconteniblemente intenso justo enfrente de la puerta “del 6”.De la novela_ María mariposaPor_ Jocy Medina (5)

A pesar del gran nudo en la garganta, tocó la puerta con firmeza. Nadie le abrió. Y ya con hormigas en las rodillas, volvió a tocar. El mundo de María se fue abajo cuando vio la cara con que su tía abrió la puerta. Una colección de arrugas le tatuaba sus ojeras, y los ojos que yacían detrás miraban desde la nebulosa del que acabada de llorar.

  •  ¡Ay, tía pero que te pasó! – exclamó María dejando caer sus bolsas para abrazarla.
  • ¡Ay, María, qué bueno que eres tú mi niña!

Belinda le devolvió a María el más fuerte de los abrazos. Y después de dos o tres “qué te pasó”, Belinda rompió a llorar y desde ese estado respondió.

  • Se lo llevaron, mi niña. Se llevaron a Sandro. Vinieron con una orden, me lo registraron todo. Se llevaron ropas, maletas, dólares, pastillas.
  • ¿Drogas?
  • ¡Ay, mi niña! A Sandro le gustaba el negocio ¡Y aquí nada es legal!
  • Tía, yo no sé, pero creo que lo de las drogas no es legal en ningún lado.
  • ¡Ay, mi niña, yo no sé, yo solo sé que se llevaron a mi Sandro!

La tía lloraba desplomada sobre el hombro de María, pero más que el peso de Belinda, María sentía el peso de la culpa. El pelo de su tía olía a podrido y por los nudos era evidente que hacía mucho que no se lo peinaba.

  • Y a ti. ¿Te hicieron algo? – pregunto María en cuanto el llanto seso un poco.
  • Uno trató de registrarme, pero el jefe de la operación ordenó que a mí no me tocaran. ¡Ay, mi niña yo no sé vivir sin Sandro! Yo me enamoré de él desde niña. Él iba al pueblo a ver a sus parientes y desde entonces estamos juntos. Yo lo dejé todo por él. ¿Ahora qué me hago? – pregunto la tía antes de romper a llorar otra vez.
  • ¿Cómo pudo pasar esto, tía?
  • Un chivatazo. Yo no sé – respondió

Camilo pulsaba dentro de la culpa de María. De tenerlo enfrente, le tocaría un grito por cada lágrima que derramaba Belinda sobre el hombro de ella, y un piñazo por no haberla obedecido cuando le pidió no hiciera eso a Sandro.

  • ¿Y tu trabajo, tía?
  • Me botaron, me botaron, mi niña. Se enteraron de esto y mi jefe dijo que con esta mancha en la familia no se puede trabajar para un hotel.
  • Pero tú no hiciste nada.
  • Yo sí hice. Yo lo sabía todo. Yo lo dejé que él hiciera todo. A veces le peleaba, pero no mucho, pues no lo quería perder.

La culpa arrasó todas las preguntas y consuelos que pudo haberle dado María. Salió al barrio un rato pues Belinda fue a llorar a la misma cama donde Sandro la había violado y las rodillas le temblaban de tan solo mirar para allá. El viento le avivaba el paso y necesitaba darle gritos a Camilo. Fue dando saltos por los huecos de la acera rumbo a casa de Nieves, a ver si ella la dejaba usar su teléfono para llamarlo.

Continuará….María Mariposa

Jocy Medina

Atención: Compártala con sus amigos mientras es Gratis! en el verano la novela sale en libro y tendremos que borrar todos los capítulos del blog. Un beso, Jocy Medina

2 comentarios sobre “Habana Dura (30): De vuelta a las garras de Sandro

  1. leerlo y cómo encontrarlos, cómo escuchar el llanto, la forma de ver las lágrimas … espero poder ser capaz de comprar su libro y mantenerlo como uno de los más preciosos en mi biblioteca. un abrazo italiana

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