Un enorme “Inglaterra” alumbraba las afueras del hotel en la Habana Vieja. Verlo apuró el paso de David curioso por saber cuánto de ese hotel le recordaría a su tierra. A la entrada, en una terraza protegida por los herrajes de una baranda tocaba una banda con instrumentos musicales que no tocaban nada de la música de su tierra. La banda además hacía burbujear turistas quienes, Mojito en mano, tabaco en boca, cubana al lado, montaban lo que para David parecía ser la escena más lejana a la de una terraza inglesa.

Las maracas y los timbales endulzaron el paso de María que entraba junto a David. Para ella, atravesar esa terraza fue revivir una especie de pasado donde lo único moderno era la ropa que vestían las jineteras. Entró tarareando la vieja canción que siempre le recordaba a Camilo pues de Alto Cedro el cantante iba a Mayarí, su lugar preferido.

Detrás de los herrajes, David admiraba los mosaicos esperando a ordenar su cerveza, haciendo tiempo para ir a ver a María bailar. De atrás de las columnas salía gente tratando de venderle colecciones de sellos, cajas de tabaco, periódicos de antaño y mucho sexo. Y como nadie hablaba inglés y todos los adornos aludían a España, David se conformó con saber que aquel hotel, de Inglaterra, solo tenía el cartel que adornaba la entrada.

María se vistió de esclava par su primer número y salió del camerino conquistando con su gracia a cada turista que esperaba en un salón oscuro, Mojito en mano, tabaco en boca, cubana al lado, para disfrutar un show de cabaret de baile afrocubano.

Para David las dos horas que duró el espectáculo pasaron sin notarlas. Después de las últimas reverencias que María dio en el escenario, el azul-invitante de los ojos de David le pidió que fueran a otro lugar donde todos los hombres del bar no lo estuvieran envidiando.

Con la sonrisa que María siempre le regalaba un “sí” a su inglés, le pidió a David que la llevara a una casa en Siboney donde poder terminar “su show afrocubano, en privado”. El carro casi salía del parqueo, cuando María le pidió 10 minutos a David, para cruzar al parque Central a ver si podía ver a Cindy.

Cruzando, en vez de unos jean rojos María vio que en cada esquina del parque había policías. Se dio la vuelta de regreso al carro, pero dos de ellos ya venían hacia ella buscando interrumpirle el paso.

  • Oye, dame tu carné – dijo uno que tenía un walkie-talkie en la mano. Haciéndose la que buscaba en sus bolsillos María maquinó: “Si le digo que no lo tengo me llevan, si se lo doy y ven que soy de Holguín le digo que trabajo en El Inglaterra, van allí a confirmar, y me sueltan”. María se lo dio con las manos temblorosas.
  • ¡Aquí #50! Jinetera del interior, en el Parque Central, acabada de apearse de un carro turístico y tratando de cazar otro turista – reportó el policía a través del Walkie-talkie.
  • Yo no soy jinetera. Yo bailo en El Hotel Inglaterra. Yo soy bailarina.
  • Bailarina, Jinetera. Diferente perro con la misma sarna – dijo el segundo policía apuntando los datos del carnet en su talonario.
  • Pues claro que no es lo mismo – le gritó María al policía.
  • ¡Pues mira! – respondió el del talonario – ¡no serán lo mismo, pero parece que se escriben igual porque aquí al lado de tu nombre yo escribí: Ji-ne-te-ra!

Ver que el policía escribió jinetera con una gran “G” anuló cualquier esperanza que María tenía de inspirar comprensión en aquel zocotrollo. El del walkie-talkie la esposó y la sentó en el mismo banco donde ella y David se habían conocido a esperar al patrullero que venía a buscarla.

Los ojos de David chocaron contra su parabrisas al ver la silueta de María ladeada por las de dos policías. Ni miró a los lados al cruzar la avenida y cuando comprobó que lo que veía era cierto, David insultaba a los policías por lo que estaban haciendo. La velocidad con que salían las palabras confundía a los policías, que a pesar de entender claramente lo que David decía dudaban que estuvieran entendiendo, porque como uno le dijo al otro, “yo estoy seguro que no hablan español allá en Inglaterra”.

  • ¡Aquí #50! Un “compañero extranjero” montó en cólera. Apúrense con esta recogida que no entendemos qué cosa está diciendo – habló el del walkie-talkie.

La noticia hizo apurar al patrullero que habían llamado para que recogiera a María.

  • Miren, yo soy diplomático aquí en Cuba, y María es mi mujer.
  • Y como buen diplomático, siga su camino y disfrute sus vacaciones – le respondió el del talonario.3682893488_a4882c4f90_b
  • Que yo soy diplomático, no un turista. Y ella es mi mujer, por favor, déjela ir conmigo. David sacó su pasaporte rojo, señaló la chapa roja de su carro, pero nada los hacía entender que él trabajaba para la misión de Inglaterra en Cuba, no en Inglaterra. El patrullero por tanto, se llevó a María y David en vez de perder tiempo estrangulando a aquellos dos hombres, voló a su carro para con él seguir al patrullero que se llevaba a María. Las lágrimas de María caían de su rostro a sus piernas. Las historias que hacían las dos chicas que compartían el asiento de atrás con ella le interrumpían el llanto para causar asombro por la cantidad de extranjeros con que andaban esas chicas. Por la cantidad de muchachas que llegaron esa noche a la celda, era obvio que había recogida. Las dos que llegaron con ella gritaban a los policías que la sacaran de allí añadiendo que ellas no eran jineteras, aunque según sus historias, de seguro lo eran. Le pidieron a María que gritara con ellas pues así se salía más rápido. Pero María temblaba y aunque quisiera gritar, dudaba que pudiera. Los guardias venían a buscarlas una a una. Al principio, María creyó que las sacaban según lo alto que gritaban, pero al rato se dio cuenta que las sacaban según el orden de cuanto les gustaban más a los guardias.

Una rubia alta, de pelo rizo y caderas anchas fue a la primera que sacaron para procesarla. El repertorio de ofensas que la rubia les gritaba, transportaba a María a las noches que ella le gritaba a Sandro esas mismas palabras. La rubia quería que la soltaran, decía que no tenía drogas y pedía que no la tocaran. Según los demás gritos fue obvio que los policías decidieron asegurarse que ella no traía drogas ahondando con sus penes en los huecos más íntimos de la rubia.

Las manos de María tapaban sus oídos para no escuchar más a la rubia. Su cuerpo se balanceaba al ritmo constante con que una voz en sus sesos repetía: “que no me llamen, que no me llamen, que no me llamen…”.

María prefería quedarse en esa celda de por vida, a que la violara un policía. Y cuando finalmente la llamaron para procesarla sus rodillas no ayudaron a que ella se parara. Un oficial entró a levantarla de la esquina donde estaba sentada y con una mano dirigió su rígido cuerpo a la silla de una oficina cercana.

  • No sabemos qué hacer contigo – dijo el oficial desde su silla – Un extranjero ha estado echando pestes allá afuera toda la madrugada, asegurando que si te pasa algo, Fidel Castro se va a enterar mañana. Se salva por ser diplomático porque tengo ganas de partirle la boca. Dice que es tu marido. ¿Eso es verdad?Ni los ojos de María respondieron la pregunta. Sus oídos no escuchaban otra voz que las de sus sesos, que a pesar de saberse fuera de la celda, aún se repetían “que no me llamen, que no me llamen, que no me llamen…”.
  • Te tiramos por planta y estás limpia, así que vamos a creer lo que dice el diplomático. Y para la próxima, agárrate bien de tu maridito porque andar suelta por donde hay tanta jinetera termina en esto. Y así es como nos confundimos los policías. Y después, terminamos nosotros con el cartelito de brutos. ¿Tú me copias?

David casi llora de alivio al tenerla de regreso en sus brazos. María escondió su cara en el pecho de David y dentro de su abrazo llegó al carro. Cruzaron la Habana que yacía frente al mar, más inerte que el cuerpo de ella. No se veía una mujer, ni carros, ni siquiera policías.

Continuará…

Por Jocy Medina

HavanaDura_Prelaunch v2Lea ésta novela cubana, una historia de amor duro.

 Habana Dura  relata las aventuras y desventuras de una holguinera que huye a la Habana a hacerse mujer, sin imaginarse cuán difícil la Habana se lo haría. Explora la sexualidad de una joven cubana, que buscando hacerse mujer pierde a borbotones su inocencia. Explica como funciona las relaciones en Cuba, como conquistar una cubana, y cuanto trabajo se pasa para que en relaciones entre cubanos y extranjeros, venza la confianza y el amor. Es un retrato de Cuba en los 90s, pero los pasajes son también un paseo por la cultura cubana en la actualidad. Es un homenaje a una idiosincrasia donde solo a golpe de amor, rabia, ron, sexo y mucha picardía, se sobrevive. Una oda al arte del cubano para -a pesar de las piedras que le tira la vida-, siempre salirse de un problema, victorioso.

En el blog leerla es GRATIS. Pero eres de los que gusta tocar, oler, y abrazar los libros, la novela saldrá en libro en Junio 2016.

 

2 comentarios sobre “Habana Dura (32): Recogida de Jinetera

  1. excelente novela , realista , simplemente nota 10, cada dia mas fascinada, lo unico que queria que sus capitulos no demoraran tanto en salir, felicidades yosi , continua con tatnto suceso e talento para adelante

    Me gusta

Los comentarios están cerrados.

Web construida con WordPress.com.

Subir ↑

A %d blogueros les gusta esto: