María quedó en un silencio que ni ella misma supo que guardaba. David ofrecía una versión de “amor” que ella jamás había escuchado. Lo miraba, esperando que dijera más, a ver si había entendido bien que “viceversa” era para David, la clave de la relación entre ellos. De ese “viceversa” nacía la pregunta “¿Cómo hacer que David también me necesite?” Ella se sabía sin nada y creía a David del tipo de los que lo tienen todo.
El miedo propició un raro pesimismo, de esos que sufren los atletas cuando de pronto alguien triplica sus metas. María fue a ver a Belinda, a indagar sobre esos “viceversas” raros de los que hablaba David, sobre los “te amo” que ya no bastan y sobre los “te necesito”. Pero Belinda, quien había pasado las últimas noches en casa de la vecina “del 4” ajustando detalles con Luciano para que María fuese a Italia, quería hacerle entender a María que las relaciones amorosas no deben ser una clase de Cirugía Cerebral.
- ¿Y David, cuándo se va de Cuba? – le preguntó Belinda a María.
- Un año y medio, me dijo.
- ¿Y qué planes tiene para formalizar la relación?
- David evita el tema matrimonio. El habla de necesitarse el uno al otro. No habla ni de amor. Supongo que cuando llegue el momento de irse, cambie de idea y tome la decisión.
- ¿Y qué tal si te vas a Italia con Luciano?
- A Luciano, cuando más lo necesité ni siquiera se dignó a llamar.
Escuchándose a sí misma hablar, María se descubrió hablando del concepto de “necesitar” del que siempre hablaba David. Belinda, sin embargo, no veía al inglés como una pareja con futuro para María.
- Ten cuidado con esos hombres raros, María. A veces todas esas palabras grandes no son más que grandes excusas para no formalizar una relación contigo – le dijo la tía.
Esa noche María no durmió en Siboney y al otro la escuela la escogió para un elenco que bailaría en una noche cubana en la Marina Hemingway, un evento dedicado al cuerpo diplomático en Cuba, al cual David tenía que asistir. María fue con él, pero al llegar al evento, ella fue a donde el elenco y David a donde los invitados.
Los diplomáticos brindaban en sus mesas redondas adornadas con suntuosos lazos. El elenco bailaba alrededor de la piscina adornado con coloridos atuendos y gorros de plumas. La música unía los dos mundos y detrás de todo eso, el mar.
María salió bailando el danzón que hace tanto ella quería bailar con Fermín, su amigo y bailarín preferido. Traía un traje de lentejuelas tan azul como el mar. La vista de todos seguía el vaivén que el danzón le ofrecía a sus caderas. María notó que los ojos de David la perseguían y en las reverencias finales notó con qué gusto aplaudía su inglés.
Las olas llegaban desde el pálido cielo y rompían en lo oscuro de los arrecifes. El sol caía apagando a Cuba ante la audiencia. Los camareros remplazaban las botellas de vino tinto vacías por botellas llenas. Por detrás de la música, los diplomáticos aplaudían menos y conversaban más.
En cuanto el sol se perdió en el horizonte, apareció una rubia de silueta perfecta en la mesa de David. Llegó con una copa en la mano y brindó con él antes de sentarse a conversar. Su vestido rojo les robaba el escenario a las bailarinas del show. Sus rojísimos labios se reían de todo lo que decía David, que ya ni aplaudía a las bailarinas.
Después que María bailó el último número ya ella quería tirarlos a ambos al mar. Regresó a donde el elenco se desvestía con genios de un huracán “categoría 5” cercenando en la cabeza. Fermín le preguntó qué le pasaba, pero a María las palabras no le venían a la lengua. Sus manos contestaron describiendo los deseos que tenía de ahorcar a alguien. En vez de quitarse el gorro, María le arrancó los plumajes. Fermín sujetó las dos manos de María temiendo se arrancara los pelos y en esa posición le pidió que respirara al compás de él. Al aire entrar le apretó los pulmones y expulsó llanto de los ojos de ella. Fermín la envolvió en un abrazo y cobijándola fue que vio al inglés de María en su mesa conversando con otra mujer.
- ¡Ay, que estos hombres son lo peor! – dijo Fermín sin dejar de abrazar a María – Pero no llores más, mi regia, que si se va contigo para la casa le das un “boyazo” y se olvida de esa “pelúa” en un santiamén.
Fermín ayudó a María a desengancharse el gorro y en aras de hacer reír a María le dijo: “Ahora mismo voy a esa mesa a echarle un laxante a la rubia en la copa y verás que el vestido ese sale cagado de este lugar”. Un poco de comedia alivió su tragedia y tratando de controlar las marejadas de genios que le quedaban, fue al parqueo donde David la esperaba para llevarla a casa con él.
- ¡Muy popular tú con las rubias del evento! – dijo María ya en el carro, rumbo a Siboney.
- ¿De qué hablas, María? – respondió David desde lo relajado de su timón.
- ¡Esa mujer que te ha babeado todo el traje! No se despegó de ti toda la noche. Tengo ganas de arrancarle los pelos y hacer estropajos con ellos y usarlos para limpiar la carita tuya esa de “yo no fui”.
David abrió los ojos preguntándose qué le pasaba a María y ella se los abrió a él amenazándolo con dejárselo saber.
- Creo que estás celosa – le dijo David.
Y ese fue esa la chispita que necesitaba la dinamita de María, para entrarle a “carterazos” al inglés. En vez de esquivar los sopetones, David frenó y se bajó del carro. Ella lo siguió a tratar de darle otra vez con la cartera.
- ¿Tú no quieres que te necesite? – preguntó María – Bueno yo necesito que me expliques quién es la rubia esa.
- Mira, María, la inseguridad no es una necesidad, es la madre de la desconfianza.
- Cállate y no comas más mierda con tus teorías que te vas a comer la cartera esta. Dime quién es esa rubia porque te voy a matar.
Ya la cartera de María venía de nuevo rumbo a él y temía decirle hasta la verdad. David propuso continuar el viaje con la condición que María le entregase la cartera. Ella aceptó. Se mantuvieron en silencio hasta que David ya en casa, pudo ofrecerle un vaso de ron a María, para que tragara las difíciles noticias que él le tenía que dar.
- La rubia es una colega nueva de trabajo. Es la agregada cultural – le dijo David sirviéndose un whiskey – Es inglesa y excepcionalmente joven como para tener una carrera internacional tan extensa. Con solo 31 años ha estado en tres misiones. Ella se ofreció a ayudarme a enfocar los próximos pasos de mi carrera. En la cena, hablábamos de eso. De trabajo, de mi carrera.
- ¿De trabajo? Por la forma que se reían, ustedes trabajan en el circo y tú eres el payazo.
- Por favor María, déjame hablar ¿No sé si notaste que todos venían a mi mesa a brindar?
- ¡La noté a ella!
- María, ¡hay algo que tengo que decirte!
María, que creyó que nada podría silenciar su ira, sintió que lo que acababa de decir David lo logró. Presintió que una avalancha de peores noticias venía hacia ella. Y la próxima vez que habló fue para pedirle a David otro vaso de ron.
- Ayer en el trabajo anunciaron quienes se van de Cuba este verano – dijo David sirviéndole el ron – En la lista estaba mi nombre, María.
- ¿Cómo? ¿En seis meses? ¿Tú no me habías dicho que te quedaba más de un año aquí?
David asintió con un azul–descorazonado en los ojos y le explicó a María que por eso todos en la María venían a brindar con él. La noticia generó mil preguntas y María comenzó por preguntar a dónde es que iba. “A Kenia”, respondió él.
María terminó su segundo vaso de ron y David aún no había contestado. Se sentó junto al inglés a ver si eso lo incitaba a responder, pero ante el silencio, ella se lo preguntó otra vez: “¿y ahora, tú y yo David y nosotros qué?”, a lo cual David respondió con un mero “yo no sé”.
Ella se hubiera conformado con un “no te preocupes, encontraremos la manera de seguir nuestra relación”.
David la dejó en la sala, cabizbaja y fue hacia el cuarto. Al rato María también fue y entre las heladas paredes estaba él, recostado al espaldar de la cama, con la mano estirada para que ella fuera bajo la colcha con él. María conectó su mano con la del inglés y sintió que después del beso todo supo a “últimas veces”. El éxtasis lo hizo dormir, pero a María, la noticia de David, la pinchaba como muelles salidos de la cama y esa noche, no pudo dormir.
Pasaban los días y a pesar del apetito con el cual David la buscaba en la cama, en el azul de sus ojos parecía quedar solo cenizas de la relación. Ella le preguntó un par de veces más a David “¿qué pasaría con ellos después del verano?” y un par de veces más la respuesta fue “yo no sé”.
María regresó a su tía Belinda cuya opinión giró sobre la idea de que los hombres aseguran lo que quieren y si no lo quieren, no aseguran nada. Esa opinión destrozó a María que, aunque ella nunca sintió eso, estaba segura que no solo amaba sino también, que necesitaba a ese inglés.
Un día, después del sexo, David fue a fumar a la terraza y ante la recurrente pregunta de María no hubo ni un “yo no sé”. Esa noche, el silencio de ambos heló el cuarto con más potencia que lo que podrían tres aires acondicionados cuando María sintió que, dentro del azul de los ojos de David ya no quedaban ni cenizas de la relación.
María saltó frenéticamente de la cama y apuntando un dedo hacia David le advirtió: “Esto se define hoy, ¿qué diablos tú te traes entre mano?” David la miró temiendo decir algo que desatara otra guerra como la de los “carterazos”.
- Yo creía que los ingredientes de una relación eran amor y confianza. Pero hay un tercero, que es el que te falta”Los cojones, David! Te faltan los cojones – añadió María.
- Pero es que no todas las relaciones son para siempre, María – respondió él.
- ¿Qué cosa? Porque hace un mes vienes diciendo “yo no sé”. A ver, dime qué es lo que tú sabes de relaciones.
- Yo sé que hay relaciones por un tiempo y otras por el resto de la vida.
- Y hay otras, como la nuestra, que fue no más que “un pasatiempos”, me usaste para pasar el tiempo mientras estuvieras en esta isla.
Las costuras se rajaban de cuán bruscamente María se ponía la ropa. Sus manos agarraba lo poco que era de ella en la casa de David mientras salía de allí. Él no fue a fumar hasta que no escuchó el tirón que María le dio a la puerta de entrada.
Las calles de Siboney, que ya conocían el sabor de las lágrimas de María, adivinaron que ella iba rumbo a la Quinta Avenida para coger una “botella” a Buena Vista.
…
Por Jocy Medina
Lea ésta novela cubana, una historia de amor duro.
Habana Dura relata las aventuras y desventuras de una holguinera que huye a la Habana a hacerse mujer, sin imaginarse cuán difícil la Habana se lo haría. Explora la sexualidad de una joven cubana, que buscando hacerse mujer pierde a borbotones su inocencia. Explica como funciona las relaciones en Cuba, como conquistar una cubana, y cuanto trabajo se pasa para que en relaciones entre cubanos y extranjeros, venza la confianza y el amor. Es un retrato de Cuba en los 90s, pero los pasajes son también un paseo por la cultura cubana en la actualidad. Es un homenaje a una idiosincrasia donde solo a golpe de amor, rabia, ron, sexo y mucha picardía, se sobrevive. Una oda al arte del cubano para -a pesar de las piedras que le tira la vida-, siempre salirse de un problema, victorioso.
Cada vez más enganchada, con la novela, no se quizás porque creo que me esta pasando lo mismo que a María, y estoy con alguien que solo me responde no se, ante la inminente despedida de nuestro amor,
Me gustaMe gusta
Que lindo saber eso, la novela ahonda en tantas vivencia comunes a todos. Me alegro que te guste, y si quieres compartirla ya salio en e-book, aqui te dejo el enlace (perdona la falta de acento, mi compu en Canada hoy no quiere cooperar)
Lea ésta novela cubana, en Amazon: https://www.amazon.com/dp/b01kp8wxb0
Habana Dura relata las aventuras y desventuras de una holguinera que huye a la Habana a hacerse mujer, sin imaginarse cuán difícil la Habana se lo haría. Es un retrato de Cuba en los 90s, un homenaje a la idiosincrasia cubana donde solo a golpe de amor, ron, sexo y mucha picardía, se sobrevive.
En el blog leerla es GRATIS. Pero si eres de los que gusta tocar, oler, y abrazar los libros, la novela saldrá en libro en el verano del 2016. La puedes comprar ya en formato e-book en Amazon: https://www.amazon.com/dp/b01kp8wxb0
Me gustaMe gusta