Habana Dura, en Amazon

María esperó a que el sol se escapara al mismo infinito que en unos meses se robaría a su David. La brisa le fue secando las lágrimas y en cuanto el azul del mar oscureció con todas sus ganas, salió rumbo a Siboney, a ver si en David quedaba alguna esperanza.

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El guardia de la casa, de verla venir, sin preguntar abrió las rejas. La puerta de la mansión estaba abierta y la del cuarto de David, a medias. Un fuerte olor a lavanda con madera emanaba del baño y María, le aseguraba a María que David se alistaba para salir. Abrió la puerta del baño para confirmarlo e hizo dar un salto al hombre cuando le preguntó “¿A dónde tú vas con esa corbata?”

  • Voy a una recepción María – respondió David con su mano en el pecho tratando de calmarlo.
  • ¿Y por qué yo no soy parte de tu evento? – preguntó María, casi en espera de una nueva decepción.
  • Ya sabes que yo no mezclo mi vida personal con la laboral – respondió David.
  • Ah sí ya recuerdo. A los eventos de la vida personal voy yo y a los de trabajo va la rubia.
  • ¿María, me crees capaz?
  • No solo te creo. Te he visto capaz.
  • ¿Cómo puedes decir eso? Si tú casi vives conmigo en esta casa.
  • Vivir con alguien no quiere decir ser parte de su vida y mucho menos que le eres fiel.

David salió de la habitación con un azul–enojado evidente en sus ojos, que casi gritaban un “me voy” ante los ojos de María. Ella lo siguió a la entrada de la casa y cruzando sus brazos se interpuso entre David y la puerta.

  • ¿Qué quieres, María? – preguntó David.
  • Quiero saber qué va a pasar con nuestra relación cuando te vayas de Cuba. Si lo que quieres es terminar dímelo para olvidarme de ti, recoger los pedazos y continuar mi vida.
  • ¡Yo no me quiero casar! Para mí el matrimonio es el único requisito para el divorcio. Yo viví el divorcio entre mis padres. Y yo no quiero eso para nosotros.
  • Divorcio ¿Qué tú haces hablando de divorcio?
  • ¿Y qué haces tú hablando de matrimonio? ¿Acaso lo único que te importa es irte de Cuba?
  • Ahora si me destruiste – dijo María en voz baja – Casarme no era uno de mis sueños pero me enamoré de ti, inglés anacoreta. Y jamás soñé con irme de Cuba. Pero como tú has de saber, siendo cubana si no me caso y me paso más de once meses fuera sin papeles, pierdo todos mis derechos en Cuba. Me quedo hasta sin país, todo porque tú tienes miedo a casarte ¡Ya deja de ser un cobarde! – gritó María.
  • ¡Ya deja de querer cambiarme! – respondió David.

Y como hay respuestas que anulan todas las preguntas que prosiguen, María no quiso saber que quería decir David con eso de querer cambiarlo. Regresó la vista al suelo donde había caído su corazón y dio vuelta para irse.

  • “María, espérame, conversamos cuando yo regrese” – le dijo David.

Las ganas de responder trabaron la voz a ella, quien creía que había conversado lo suficiente. Siguió rumbo a la reja y salió de la mansión.

  • Sí, huye. Huye, María Mariposa – gritó David desde su puerta.

“Buena idea David, buena idea”, pensó María todo el camino hasta que llegó a casa de la tía. Ella sentía que a La Habana se le habían acabado las maneras creativas de impedirle el vuelo. Desde que llegó a esa ciudad no había parado de llover piedras.

Ya en su colchón las convicciones llegaban a la mente de María como meteoritos a un planeta. “Fui no más que un pasatiempo durante su misión en Cuba. Tal como hubo uno en Bolivia. Tal como lo habrá en Kenia”.

Entre ella y Belinda se tomaban turnos para quejarse de sus tragedias. María, se quejaba de que hacía más de 15 días que David no iba a verla y Belinda de que a Sandro ya le habían confirmado 15 años de privación de libertad como sentencia.

María pasaba horas en el balcón mirando al mundo transitar los cráteres de la demacrada calle donde vivía Belinda. Las personas iban y venían de la bodega con bolsas vacías y expresiones grises. A ella, era como si la vida le hubiese raspado con cucharas lo poco de La Habana que le ofrecía un poco de alegría.

Un día, de todo el gris del barrio resaltó un pañuelo rojo que adornaba la cabeza de una viejita. El bastón le confirmó a María que era la misma que había conocido en la panadería. Corrió a verla con tanto ímpetu que al llegar a donde la viejita, por poco la tumba.

  • Ay, mi vieja, pregúntele a los santos por favor: el hombre que yo amo me dijo “no quieras cambiarme” pero yo quiero cambiarlo ¿Cómo lo cambio? ¿Cómo hago para que deje de ser tan cobarde?
  • Para eso no hacen falta santos, mi niña. Muchos hombres se resisten, pero al final cambian si una mujer les inspira hacerlo.

María se llevó sus dos manos al pecho tratando de ubicar dónde es que estaba doliendo esa respuesta. Evidentemente ella no le inspiraba ningún cambio al inglés.

  • ¿Cómo hago? – insistió María.
  • Tú, tan joven y tan linda, quédate con el hombre al que le inspires cambio.

Hasta la amable sonrisa de la viejita se le tornó gris a María, que en vez de conformarse, repitió la misma pregunta.

  • Puedes ponerle cinco girasoles a Oshún y pedirle que te ayude con ese amor. Pero pedir amor a un hombre que no te ve, es pedir ser invisible de por vida. La mejor opción es no hacer nada. Porque a veces, la mejor manera para que alguien te escuche es guardar silencio y la mejor manera para que te extrañe, es poner distancia.

María regresó al edificio con la misma lentitud con que se alejaba la viejita. Se sentó en un escalón de la entrada a pensar en eso de poner distancia. Mientras más lejos iba el pañuelo rojo de la viejita, más cerca sentía las verdades que le había dicho.

Al perderla de vista, en su campo visual se coló “la del 4” que traía muchos rolos en la cabeza y poca ropa en el cuerpo. Chiflidos lejanos alababan el vaivén con que las caderas de la chica barrían de derecha a izquierda la amplitud de la acera. El cercano taconeo de “la del 4” hizo a María mirar para otro lado. Pero los ojos color miel de “la del 4” salpicaban en busca de la vista de María.

  • ¿Oye, mi chini qué tal tu novio? – preguntó “la del 4”.
  • ¿Mi novio? ¿De dónde tú conoces a mi novio? – preguntó ofuscada María.
  • Bueno yo conozco a tus dos novios. Conozco al italiano porque te llama a mi casa. Por cierto, loco porque acabes de ir a Italia. Pero tú, siempre por la calle y Belinda es quien le habla. Y también conozco al inglés porque desde mi balcón yo no me pierdo machote bueno que pase.

María casi podía escuchar su sangre hervir dentro del cuerpo y querer botarse. Miraba directo a “la del 4” ubicando cuales de los rolos en la cabeza ella debía arrancarle.

  • ¡Si quieres te enseño una brujería para que se te dé el viaje! pero, cuando te vayas a Italia, mi chini, me pones la piedra con el inglés. No te los cojas todos para tiComparte!

Tratando de evitar irle arriba, María voló por las escaleras y no paró hasta llegar “al 6”. La brusquedad con que abrió la puerta hizo saltar a Belinda.

  • Yo creo que a los habaneros, cuando le eliminan la leche a los 7 años, también les eliminan el alma – gritó María.
  • ¿Pero qué te pasó ahora, mi niña?
  • Me voy de aquí, tía, me voy de esta ciudad de mierda – respondió María dando vueltas en la sala con sus puños apretados.
  • ¿A Buenaventura?
  • No. Me voy de Cuba. Me voy a Italia.
  • Pero y eso, María, ¿qué te hizo cambiar de idea?
  • Mis alas, tía, no soportan más pedradas. Es imposible “volar” en una ciudad donde llueven desgracias en vez de agua. Donde por bajas que sean las alturas son inalcanzables para nosotros los cubanos. Donde los mismos cubanos son quienes me tiran las piedras.
  • ¿Qué dices, mi niña?
  • Perdí la escuela. Perdí a David. Me voy a Italia.Quince días después, María volaba. Belinda le hizo la maleta y pagó un taxi con el dinero que Luciano había mandado para que María llegara al aeropuerto de La Habana. Y antes que se fuera le entregó a María una carta.
  • Esto es de la persona que, desde que te fuiste de Buenaventura, ha estado enviando mameyes a La Habana para que tú jamás dejaras de tomar tu batido favorito – dijo Belinda.
  • ¿Qué? No eras tú la que comprabas los mameyes – preguntó María.
  • No, mi niña, en estos tiempos no hay mameyes en La Habana.

Ya en el avión leyó la carta y María supo quién los enviaba:

 

María Mariposa,

 Por fin volaste, hijita. Yo nunca tuve el valor que tú has tenido. Siempre hice lo que querían mis padres y hoy hago lo que quiere el tuyo. Fui feliz así, pero creo que me faltó conocer a alguien muy importante. A mí misma. Mientras tú tratabas de crecer y reclamar tu espacio en este mundo yo disfrutaba al saber que fuiste lo que yo nunca fui.

Siempre me pregunto qué hubiese sido de mí de haberle dado alas a mis sueños. Esa pregunta nunca te la tendrás que hacer tú.

Las cartas de tu tía estaban en la gaveta para que las encontraras. Sé que husmeabas mis gavetas buscando pintalabios y prendas para probarte. Yo no tenía el valor de ayudarte a irte de Buenaventura. Si te salía mal, no podría vivir con la culpa. Pero sabía que tu única forma de ser feliz sería lejos de casa. Lo supe desde que naciste. Juan Manuel también y por eso te celaba tanto. Él te adora. No lo admite, pero llora por ti todos los días.

Yo me alegro que el machete de tu padre jamás amedrentó el filo de tu valentía. Eso me dice que ningún machete en esta vida lo hará. Hoy estas volando a otro país. Dejando atrás los anacoretas que no te supieron retener.

Sé feliz y en cuanto puedas ven a verme. Aquí siempre estará la madre que te ama, el padre que te adora y esta humilde casita en Buenaventura que te vio nacer. No importa dónde tú termines, está siempre será tu casa.

Tu mamá.

De tener el poder para hacerlo, María hubiese hecho que el avión regresara en ese mismo instante a Cuba. Sintió un deseo inmenso de abrazar a su madre y a su padre. Lloró por no haberlos llamado antes de viajar. Sintió una gran culpa por haberlos dejado sin noticias por tanto tiempo, pero también un gran alivio por saber que sus padres sabían de ella por Belinda.

A su alrededor, los europeos dormían. El ancho azul del mar, con olas capaces de tragarse a un pueblo entero ya no se veía por la ventanilla. Todo parecía tan irreal. Le costaba creer que en unas horas aterrizaría en un país de Europa, un continente del cual ni en los documentales hablaban en Cuba y llegaría a en un país del cual lo único que ella sabía era que hacían buenas pizzas.

Continuará…

Por Jocy Medina

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Habana Dura  relata relata las aventuras y desventuras de una holguinera que huye a la Habana a hacerse mujer, sin imaginarse cuán difícil la Habana se lo haría. Explora la sexualidad de una joven cubana, que buscando hacerse mujer pierde a borbotones su inocencia. Es un retrato de Cuba en los 90s, un homenaje a una idiosincrasia donde solo a golpe de amor, rabia, ron, sexo y mucha picardía, se sobrevive. Una oda al arte del cubano que tiene arte para salir de los problemas risueño y victorioso.

 

 

 

5 comentarios sobre “Habana Dura (40): La única salida

  1. A veces hay que poner distancia, pero como duele, pero esta bien basta de hombres cobardes, la vida se trata de decisiones, desafortunadamente todos no tenemos el valor de tomarlas. Por eso hay tanta infelicidad en el mundo, y estamos rodeados de personas mediocres y falta de chiste

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    1. Este viernes sale un blog que trata exactamente de esto. Y en mi opinion hasta los mas cobardes dan el paso pero solo por alguien que inspire cambio. Y lo que nosotras las mujeres debemos aprender es de prescindir rapidamente de esa gente a los que no inspiramos lo suficiente para tomar decisiones reales con nosotras.

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    1. Daymi amiga, ya se publicaron hasta el final, el final final lo borre hoy mismo. Si no lo viste a tiempo dime y te lo envio por privado, como lectora fiel no me importaria hacer eso por ti. El libro ya salio en formato electronico. Aqui te dejo el enlace por si quieres compartirlo a tus amigos. Ha sido un gusto regalarte esto por todo este tiempo. Gracias por seguir la novela, para mi es un honor tenerte aqui en el blog (mi compu hoy no quiere tener acentos, disculpame las faltas gramaticales).

      Enlace:

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      Habana Dura relata las aventuras y desventuras de una holguinera que huye a la Habana a hacerse mujer, sin imaginarse cuán difícil la Habana se lo haría. Es un retrato de Cuba en los 90s, un homenaje a la idiosincrasia cubana donde solo a golpe de amor, ron, sexo y mucha picardía, se sobrevive.

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  2. Yo solo buscaba información porque quiero ir a Cuba y conocerla… y de repente vine a este sitio! Muy revelador y los comentarios muy exacto, en verdad que somos los hombres muchas veces cobardes, nos complicamos por las puras… y olvidamos que ser feliz es una decisión! Gracias por por escribir este blog… saludos desde Quito

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