Habana Paraíso: Prólogo

Cuando la noche cierra su telón, todo queda a oscuras. Y no por falta de estrellas sino por falta de petróleo con que dar luz a la ciudad. Aparecen los quinqués y las caras semi-alumbradas de gente que quiere seguir viendo.

Llega el día y toca navegar penumbras diferentes: las de resolver, conseguir, inventar y ser, en un escenario donde lograr todo eso, además de difícil, es ilegal y donde la tenencia del dólar americano, la única moneda con que se lograr esas cuatro cosas, está penalizada con años en la cárcel.selfish_love_by_sandymanase-d4qwgso

En ese hueco vive Dalia. A ese hueco le llaman el Período Especial de Cuba, el cual comenzó a principio de los años 1990s y muchos dudan que haya terminado. Aunque todo en ese espacio parece sucio, hay un Plan Limpieza para recoger a los desviados, digamos que esos sean los homosexuales, las jineteras, los religiosos y los contrarevolucionarios. La idea es guardarlos en centros especiales de rehabilitación hasta que «se arreglen».

En ese hueco, como bien dijo Fidel Castro en el discurso que inicia ese tan especial periodo, “hay que resistir”.

A veces, desde otras galaxias se hace difícil mirar hacia la isla y creer que esa tierra soleada, bañada por tanto mar y cundida de tantas palmas, para muchos humanos, es no más que un hueco existencial. Un lugar donde la gente transmuta día a día, como una maquina mitad natural, mitad incoherente, para sobrevivir.

Dalia, por ejemplo, se casa para vender las cervezas y el acceso a Luna de Miel que el gobierno da. Su abuela compra azúcar robada para vender mermelada sin un permiso oficial. Su vecino roba carne de puerco para que su ella coma. ¡Hasta su novio brasileño soborna a un custodio para que la deje entrar con él al hotel!

En la novela hay además un pintor que compra un permiso falso para vender sus cuadros a turistas en la Catedral. Hay una prostituta que asesina al padre por haberla violado de niña. Y vigilando a toda esa gente hay chivatones cuya única razón de ser es reportar a todo aquel que luche el jamón sin que a ellos le toque una lasca.camiones de la habana by freeimages

Claro queda que en este mundo ni robar, ni contrabandear, ni prostituirse, ni falsificar documentos, ni matar son crímenes, sino formas de vida. Ahí lo único que realmente cuenta como delito es abusar de una mujer. Ese se paga por cien delitos y la condena es tan espeluznante que le gana a las antiguas torturas chinas.

Cuando las pupilas finalmente se te adaptan a la oscuridad que reina en esta historia, descubres raras maravillas en todos de sus criminales, que diga, personajes. Muchos no solo están rompiendo la ley sino que la están creando. Leyes como, por ejemplo, la de la obsesión de un hombre por una mujer, la de la decadencia del ser humano y la de la sobrevivencia en tiempos malos. En otras palabras, la ley de resistir.

En tanto, tales oscuridades no solo nos apagan el camino, sino que nos lo pueden borrar. No en balde los grandes y únicos deseos de Dalia,  es serle invisible al mundo. Para ella, otra forma de decir, vivir en paz.nina-en-la-ventana

¿Cuánto de la autora hay en Cien Delitos? Hay la misma cantidad que hay en todos los que vivimos ese hueco existencial, nos hayamos escapado de él o no. Yo diría, un 100%, porque hay tristezas que uno pretende que ya no sufre, pero van tatuadas bajo la piel. Y hay lágrimas que, si no las lloramos, nos oxidan en el alma. Eso es también parte de resistir.

Jocy Medina

 

 

 

 

 

2 comentarios sobre “Habana Paraíso: Prólogo

  1. Ya te lo he dicho Jocy, me identifico con tu pensamiento… A veces me llevas a sentir como si compartieramos miradas desde una misma ventana.

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