Las mercancías internacionales pasan tanto tiempo en los puertos habaneros, matanceros y demás…, que cuando llegan a una tienda cubana ya están podridas. Mejor, si se va de compras en Cuba, permítase un día de tiendas que resalte el gusto criollo y nacional, un día de tienda “a lo cubano” y original.
Después de un lindo paseo por el largo muro del Malecón, que todos saben que comienza en las olas del mar, y termina en los sinfines de una Habana arrugada por el tiempo, suba por la calle Galiano y piérdase por los recovecos. Busque en ellos lo que los años nos regaló, porque fue en ese trayecto donde La Habana, a pesar de sus arrugas, decidió no ser más vieja, y sorprender a todos con su extraña actualidad.
Lléguese a Fin de Siglo, esa tienda de preciosas vidrieras, escaleras eléctricas (que en los años 60s funcionaban de lo mejor). Dicen los abuelos que allí, amables tenderas se vestían de negro y en el invierno, y en el verano de blanco. Hoy, cundida de artesanos nacionales que se visten de cualquier color. Son esos artesanos nuestros verdaderos reyes del comercio. Nuestros magos. Ya lo verán cuando sostengan sus creaciones, manufacturadas todas a mano, hechas de materias primas imposibles de adivinar, con el arte que solo genios infundan. Ellos convierten lo inimaginable en productos vendibles: Una joya hecha de tenedor, una chancleta hecha de manguera derretida, una cartera metálica hecha de tapitas de latas de refrescos. Nada de aquellos viejos artefactos que vendían allí, como joyas preciosas y perfumes Christian Dior.
Y para revivir melancolías, puede entrar a la Moderna Poesía, a ver los libros que quedaron, y los que aún dejan vender. La librería más famosa de Cuba, y sobre todo, la que muchos cubanos, dentro y fuera de Cuba, jamás olvidan. Dicen que, inspirada en esta librería, abrieron una allá en Miami, que luego quebró. En la de Cuba quizás no encuentres Habana Dura de Jocy Medina, Ni la Triología Sucia de la Habana, de Pedro Juan Gutierrez, ni nada que huela a Zoe Valdez, pero encontrará estantes llenos de libros fantasmas, y un bullicio de artistas, locos y lectores que allí entraban (también fantasmas) buscando algo nuevo, excitante y bueno que leer.
Y entonces están Las Naves. No espaciales, ni subterráneas. Sino las de San José. Pegadas al muelle, al fondo del mar, en un local donde hacía muchos años almacenaban sacos de arroz, azúcar y piezas para ingenios. Ahora es un cúmulo de pintores y artesanos invitando a los turistas a soñar. Cada uno de ellos, le pagan 20 mil pesos en moneda nacional al gobierno para que los dejen estar allí, algo que con diez cuadros que vendan al mes, a veinte dólares cada uno, pueden recuperar. Así que pasen y compren, porque vender diez cuadros para un artista es una hazaña, y encontrar arte como el de ellos por el mundo, a veinte dólares, es una ganga para cualquier comprador. Y los cuadros, (¡qué cuadros!) que allí compras, luego los cuelgas en tu sala, en cualquier país, y te prometo se convierten en el tema de conversación, envidias y preguntas de cada uno de los amigos que te vayan a visitar.
Ay, y el Barrio Chino, no dejes de visitarlo, porque con excepción al arco de la entrada, no se parece a ningún barrio chino que visites por el mundo. Allí hay paladares cubanas ofreciendo “maripositas” para hundir en salsa agridulce. Únicas en Cuba. Locales para deleitarse con un Mojito, de esos fieles a las raíces, que van con todo, hasta con maripositas chinas. No temas a las guaguas repletas que pasan por sus destartaladas calles, ni a los charcos desbordándose de agua de fosa. Allí vive el corazón de los descendientes de chinos cubanos que llegaron a la isla en los 1800 a cortar caña de azúcar, y a principio de los 1900, cuando la política se les puso mala allá. Da igual como llegaron, esos nietos de chinos hoy son tan cubanos como todos los demás. Tómales la palabra a una de las lindas chicas que sostienen cartas afuera de los restaurantes, chinas o no, asegurándote que el establecimiento que ella promueve es el mejor. Te lo aseguro, no te mienten, es el mejor. Porque en todos se come rico.
En este Paraíso a lo cubano, cambiarás tu idea de lo que es «irse de compras» por una versión habanera más actualizada: «irse a soñar». Y si quieres compartir tu lugar favorito para «irse a soñar» en La Habana, déjame tu comentario, y en mi próximo viaje a Cuba, te prometo, voy a ir…
Un beso,
Jocy Medina
(para Un Pedacito de Cuba)
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