
Los cuentos
La gente de mi closet
Abrí el closet y mirando directo a las ropas, dije: “Pues les cuento que no me morí”. Ya mis vestidos me habían dado por muerta pues hacía casi un mes que yo no pasaba por allí. Los negros y grises atuendos de la oficina guardaron su luto, pero los vestidos de salir a bailar lanzaron mangas al aire cuando me escucharon decir: “Y ya viene la primavera”. Ellos sabían que aquello indicaba conciertos, fiestas en otras casas y hasta picnics.
—¡Como ha engordado! —dijo aquel viejo frustrado, mi nocivo pantalón jean.
—Y.. ¿qué exactamente ha pasado? —preguntó el vestido lila, con su aristocrático acento británico. Lo cual admito, es culpa, pues lo compré en Camden Town, en una boutique de segunda mano, pensando que, por sus bordados, podría ser filipino, tailandés. Nunca inglés.
Mirando hacia las sandalitas de cuero que traje de la India, el vestido lila dijo “alístese señorita, que ya pronto vamos a salir”.
—Bueno, no se hagan muchas ilusiones —les expliqué—. Dice Mario el de la radio, que hay una pandemia allá afuera. Un coronabicho que nos quiere extinguir. Debemos tener paciencia porque está prohibido salir.
—¿Paciencia? —preguntó el vestido lila enojado— ¡Ya sácanos de este letargo! Me asfixio trancada aquí.
—Ay, dímelo a mi —le respondí—. Pero parece que es para largo…
—Entonces, ¿a qué exactamente has venido?
Los vestidos susurraban los unos entre los otros, como haciendo conjeturas y ante tanto alboroto ¡Silencio! Pedí…
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