Buscando en las esquinas del cajón de los discursos
Un párrafo,
Una frase,
Un ruego,
Algo que ya yo no le haya dicho
Y solo encuentro huecos.
Sigo buscando
En el resto del armario.
Tiene que haber habido un día
En la cena,
A la hora de dormir,
Mientras le leía cuentos,
O mientras le cambiaba los culeros,
Que en algo no insistí
Que algo debí no haberle dicho
Para que todo no tomara un rumbo chueco.
No lo encuentro.
Así que me halo por un brazo al cuarto
Y en vez de dormir, cuento maldiciones
En el inventario que enumera los arrepentimientos.
Y alla adentro,
Como duelen los rubíes!
Como si estuvieran corriendo por mi venas
Y los tubos de mis venas ya estuvieran secos.
En vez de dormir, me levanto y me voy lejos
Me escondo en unos de esos recovecos
Que se dicen aparecen güijes
De los que te cumplen todos los deseos
A cambio de tu corazón entero
(se lo doy enterito y sin recreos).
Y es allí que grito en el vacío
todo lo que un día le dije…
Seguido de todo lo que no le dije…
Buscando réplica a mi ruego.
Para ver si un día de estos
Antes que todo este perdido
Finalmente, me responda el eco.
Jocy Medina
A mi hijo
Jocy… Toma calma. Los hay quienes tenemos muchos hijos y nietos.
Americanas tengo una de 21 años, que en la primavera se graduará y otra de 22 que ya es enfermera.
Nada les reprocho porque cada vez que intento hacerlo tengo un güije interior -siempre de guardia, ¡eh!- que ríe sarcástico y dice, como quien no quiere las cosas: «¡Pobre Lilyn y Quino!». (Se refiere a mis padres el muy socarrón…) 😦 BA
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Me hizo reír su güije. Pueden ser malditos, no?
Mi hijito tiene 15. Y estoy seguro que cada madre y padre (de un adolescente) del planeta puede llegar a hacer tal pacto con su güije por tener la respuesta al: en que fallé? Que no hice? Que no dije? Lo bueno es que, como en su caso, no dura para siempre ese momento.
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