Valla sorpresa! (poema: encuentro con la muerte)

Que haces si de pronto la muerte se envenena
y cae justo ante tus pies?
Cuando me pasó,
– Valla carai! ya ni a ella podré acudir!
Fue lo primero que pasó por mi cabeza.

Pero después piensas,
Quizás si te toca con su piel ya ilesa
Te enteras que no tan dura como se cuenta
Que es tan humanamente suave como el sueño de un bebe
Que quedo inerte en la mesa…
Cambias de certezas.

Y por ende, te interesas…
Así que levantas la falda de tal ‘gran dama’
para averiguar si se trata de una mujer
O un hombre, bajo aquella solapa tiesa.

Y valla que sorpresa!
La muerte lleva tanto de ella como lleva de él
No solo en su sexo
Pero también adentro de su cabeza.

Y piensas,
Por tanto tiempo le temí a esta bestia
Que aun con hacha y bata negra es tan mortal como lo soy yo…
Y con ser mortal viene
Un sinfín de infundidas extrañezas

De haberla conocido ayer
Hubiese corrido hasta mi casa
A recoger todos los abrazos que me hubiese querido llevar
antes de irme con ella.

O Quizás, para darle la sorpresa,
La hubiese seducido hasta condenarla a ser mi presa,
Por ejemplo:
• Le hubiese alabado sus bellos labios fresa como les gusta a su lado mujer
• Y le hubiese agarrado el grosor de su hombría como le gusta a su lado hombre
Y doblegada y mi sensual firmeza
Me hubiese escapado de ella
Yéndome al lugar donde ni hombre ni mujeres hoy en día saben esconderse
Para huir de ella:
A la felicidad (a tratar de hacer mañanas con los mejores pedazos de mi ayer)
Y en esa cueva de seguro, nunca me hubiese encontrado ella.

Pero nada de eso resulto asi.
La conocí hoy, desplomada antes de mi,
Mostrándome cada cual de sus flaquezas.
Por ello, a mis rodillas fui, y le confesé todo.

Le hable de esas cosas que nunca se les dice a un hombre,
ni tampoco a una mujer,
Y mucho menos a una iglesia.
Por ejemplo,
• De cuanto viví auto-borrándome del mero ser que la vida me entregó al nacer
• De que al cruzar la línea entre odiar y querer, aquí mismo me quedé
• De los pecados a los que nunca renuncié.

Y ya que la tenía indefensa ante mis pies, aproveche para confesarle:
• Que ya no temía más de ella.

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