Hombre de otro planeta

Un hombre de otro planeta

           No juzgues a un humano que por pobreza actúa. No juzgues, al menos, que conozcas la pobreza. Porque el hambre no cura la vergüenza o viceversa. Sobrevivir es una especie de mala suerte en ciertas circunstancias.
Jocy

Erin, el huracán, llega en dos días. Llueve. Llueve a cantaros en esta Habana rota. Al menos hoy hay luz. Susana saca el agua que se cuela por debajo de la puerta. Fidel habló. Dijo que no brilla la revolución como un planeta, sino como una estrella.
El viento domina el lomo de la Habana como esclava en penitencia. Una ráfaga de viento golpea la ventana de la sala y la ha descolgado de su marco. Suzana dice una palabra muy grosera pues no tiene dinero para arreglarla. Su hijita Ana, de 8 años duerme. Aun así Suzana martilla la ventana para que el agua no se cuele por la sala. La asegura con un palo para que el aire no la vuele.
Muchos aplausos. Muchos, muchos aplausos. Fidel sigue su discurso. Ellos quisieron matar este comunismo! Decía. Pero en eso se cae un cable y hace chispas en la acera, justo afuera de su casa. Se oye un grito seguido de una especie de silencio que Susana conoce bien. No hay luz. Suzana se sienta en la sala, como siempre hace cuando el apagón llega. Se desploma en la misma y única silla que tiene. Tiene hambre. No hay nada que comer ni electricidad con que cocinar si es que lo hubiera. La casa inundada. Las palmas batiendo su pencas como los cubanos baten sus manos cuando quieren decir que la cosa esta en candela. Suzana espera un rato. La luz no viene. Se desespera.
En el único cuarto de la casa, Ana duerme como un ángel a pierna suelta, y muy fresca. A Suzana se le ocurre una idea. Tratando de no tumbar nada, atraviesa la oscuridad de su pequeñísima casa. Llega al patiecito, se empina por el muro y llama a su vecina Berta.
– Berta! Grita Suzana. Berta enseguida la oye y cuidadosamente se acerca.
– Cuídame la niña. Berta entiende por qué se lo pide, pero no comprende cómo puede atreverse a salir por esa puerta con tal huracán que se avecina. Aun así Berta cruza por el muro del patio sin hacer preguntas. Solo le dice: Lleva la sombrilla!.
– No, Berta, que solo tengo una y el viento me la lleva.
– A que hora llegas?
– No lo se Berta.
Suzana sale por la puerta de su casa y chapoletea hasta el medio de la calle pues en se conocía la acera y los huecos fatales. Chapoletea hasta la avenida principal. Chapoletea por la acera de la avenida. Espera paciente a que pase un carro. Cuando pasa le hace señal para que pare. Nadie para. Finalmente un carro frena. Ella abre la puerta del pasajero y sin pedir disculpas por lo empapada que esta, se monta.
– Que estas encharcada en agua mujer! Ostias, que tormenta!. Dice el chofer con marcado acento de Español del centro de España. Exactamente el tipo de hombre que buscaba ella esa noche.
– Cuanto ofrece? Rápido va al grano ella.
– A ver mujer, te llevo a donde vallas!dia-de-tormenta-en-la-habana
– Yo voy a donde la noche me lleve. Adonde vallan ustedes.
– A donde vamos nosotros? Nosotros vamos al hotel. A ver, te llevamos a tu casa que estas empapada mujer.
– No, yo voy a donde ustedes. Insiste ella.
– A nuestro hotel? pregunta el orto pasajero con igual acento que el otro.
– Cuanto ofrecen? Hago lo que sea, cuanto ofrecen?
– 10 dolares, que le parece? Le pregunta el chofer.
– Por cada uno? pregunta ella.
– No, por los dos.
– Cuanto tiempo?
– Depende.
– Esta bien. Suspira, pero finalmente asiente
– Donde queda tu casa mi estrella? Insiste el hombre.
– No, a mi casa no. En mi casa duerme mi hija.
– Pero dígame mujer, donde es que queda?
– Queda aquí cerca, a 5 minutos. Pero ya le digo que….
– Dirección! La interrumpe con voz firme el Español, que por su acento parecía la estaba interrumpiendo el Capitán Resoples.
– Dirección de qué? Es que no entiendo. Insiste ella.
– A donde dijimos que vamos muchacha?
– A su hotel Señor.
– Testaruda esta chica. Bueno, déjame ver primero donde es que vive.
– Para que?
– Por si acaso me estafa saber a dónde ir a buscarla luego. Respondió el extranjero.
– De acuerdo. Tiene sentido. Es que nunca me habían preguntado eso. Mire, regrese justo a la acera donde me recogió, doble en esa misma esquina a la izquierda y suba 2 cuadras.
– Allá vamos. El Español siguió la orden, y dando brinco por entre los charcos de las callejuelas llego a la cuadra de ella.
– Siga un poco más adelante. Le sugirió Susana. Yo vivo en la casa que ve por detrás de esas palma. Ve? aquella de la ventana rota, la de la puerta negra.
– Cual? Entre la oscuridad, las palmas y la lluvia el Español no veía nada pero se acerca en el carro y finalmente logra verla.
– Esta!, esta! Dice ella, la número 50. Y justo allí el hombre frena su auto, busca en su billetera y extiende su brazo hacia Suzana con un billete en la mano.
– Toma tus 10 dólares belleza. Ahora ve a casa con tu hija. Suzana lo mira más confundida que lo que estaba empapada.
– Y ustedes, quienes son, hombres de otro planeta? Pregunta Suzana mientras toma los 10 dolares y se los mete en las tetas.
– No! Y se ríen ambos a la vez. Pero tal vez tu eres una estrella y en vez de usarla, preferimos regresarla a su cielo. Anda baja! Le ordena el chofer.
– (Que se le dice a gente que dice tale cosas?) Piensa ella, que sin habla, los mira como quien realmente acaba de ver una rareza.
– Ojala que eso te alcance hasta que pase el huracán. Dice el hombre.
– Me alcanza hasta que pasen todos los huracanes que van a entrar este mes. Responde ella.
– Cuanto me alegra!
Suzana se baja del carro, y salta para esquivar un gran charco que había justo entre la puerta del carro y su puerta. Ya enfrente de la puerta de su casa se da vuelta y le grita a los hombres:
– Muchas, gracias! Que el Dios del planeta del que vienen los bendiga!
Pero no sabe bien si la oyeron pues al carro ya iba algo lejos.

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Entra choqueada a la casa pero aun así no le hace el cuento a Berta. Le da un dólar a Berta por cuidarle la chica. Berta se va sin hacer ni preguntas ni comentarios. Le da un dólar a San Lázaro y le pide que lleguen a la isla más hombres de ese planeta. Guarda o080cho dólares para comprar leche y aceite y algo de carne en bolsa negra. Se quita la ropa empapada en agua. La deja tirada en el suelo. Se acurruca junto a Ana que aun duerme como un ángel, a piernas sueltas, muy fresca. Y se siente como estrella en su cielo, gracias a esos hombres de otro planeta.

Jocy Medina

(Del Libro, «Habana por la Libre», por Jocy Medina) – Que trata de la situación que se vivió en Cuba en los 90s, a raíz de la caída del campo socialista en Europa). Lea otros cuentos de este libro: «Croquetas rascacielos«

14 comentarios sobre “Hombre de otro planeta

  1. ¡¡¡Hija mia,!!!!!,tu si que tienes un corazón de pura cubana valiente,con muchos valores ,alegre porque somos así aunque el huracán del gobierno de Fidel ,tenga sumergido a nuestro país a las peores miserias que pueda aguantar un ser humano,cierto es que hemos podido tener una salud gratis,una educación,pero hoy por hoy los cubanos no tienen alimentos,ni productos de aseo que cubran sus necesidades,hoy aquello da vergüenzas ante tantos esfuerzos y sacrificios wue hemos hecho a cambio de cada dia todo vaya a peor
    Duele el corazón cuando uno llega alli y ve tu familia,y la inmensa mayoría del pueblo cubano pasando las peores necesidades¿Por eso pasa todo lo que pasa?supervivencia,apenas leche suficiente para los niños y de cárnicos u pescados ni hablar
    DEBE HABER UN CAMBIO ,PARA ACABAR CON LA POBRESA QUE SUFREN LOS CUBANOS

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    1. Hermana, tus palabras son teclas en el piano de mi alma. Tienes tanta tanta tanta razón! Me alegro que este modesto escrito te llevo a esa triste realidad pues fue esa realidad exactamente la base donde nació ese escrito.

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  2. Esta vez sí que me estremeciste, Jocy.

    Ya soy viejo, así es que mis ojos siguen anegados de lágrimas por muchas horas, nada más que de pensar en mis hijas y nietas en La Habana y en toda Cuba.

    Mil veces sé -o me he imaginado- acerca de esta desgracia antes de ahora. Pero escuchártelo contar a ti pone los hechos en una nueva dimensión.

    ¡Juro que de las siete vidas que Dios me ha dado como al gato, seis y media serán dedicadas a defenestrar el castrismo y sus nefastos protagonistas, incluso post-mortem! Blas Anaya, Historiador – Miami, Florida USA

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  3. Y en eso estaré yo también Blas, escribiendo verdades, hasta que se desangre mi pluma o se desenrolle el ADN que me hace persona! Un feliz día, y me alegro tanto que existan otras dimensiones de los mismos cuentos!

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  4. Es dolor del puro, Lola, gracias por su verdad. Es el dolor de Suzana – una chica que me contó su historia cuando le pedí una de sus muchas vivencias para -como le dije ese día- para «algo que estaba escribiendo sobre las cosas que pasan en Cuba». Me dio algo con otra dimensión: entre lo triste, como usted bien dice, algo ingenuo.

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